-No mucho, no mucho, porque toda la noche fui molestado por un animalazo en forma de oso que se me echaba encima tratando de ahogarme.
En la vida de San Juan Bosco se dan ataques del Demonio que recuerdan bastante lo que se sabe de San Juan Ma Vianney en el mismo terreno. Hay testigos de que sufría vejaciones diabólicas y que coincidían con el momento en que se disponía a emprender alguna obra importante. Muchas veces lo maltrató brutalmente. Un discípulo le preguntó un día si había descansado bien, y el Santo contestó:
-No mucho, no mucho, porque toda la noche fui molestado por un animalazo en forma de oso que se me echaba encima tratando de ahogarme.
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La periodista española Paloma Gómez Borrero fue a visitar al experto en cuestiones relativas al Demonio, el teólogo Mons. Conrado Balducci, porque tenía un encargo del conocido periodista radiofónico Luis del Olmo, interesado en conseguir unas declaraciones para un programa concreto.
Charló largo y tendido con el experto. Grabó dos cintas y tomó abundantes apuntes de aquella conversación. Balducci comentó que el Demonio no quiere que se hable de él y procura pasar inadvertido. Le contó cómo él descubre las cartas del Maligno, y que Satanás procura crearle problemas. Hay que combatirlo con la oración. -Siempre tengo el rosario a mi lado y mi despacho lo preside la cruz. No tengo miedo. La persecución a la que sometieron los carmelitas calzados a San Juan de la Cruz -hecho más que conocido por cualquiera- fue muy dura. En Toledo, allá por el mes de diciembre de 1576, lo declararon rebelde y contumaz por defender la reforma carmelitana y acabó encerrado en una cárcel pequeña y extremadamente húmeda y fría. Santa Teresa, en carta al P. Gracián, describe así la situación del pobre perseguido (21 de agosto de 1578): "Todos nueve meses estuvo en una carcelilla que no cabía bien, cuan chico es, y en todos ellos no se mudó la túnica, con haber estado a la muerte".
Pero el "medio fraile", como le llamaba cariñosamente la Santa por su pequeña estatura, escribió durante tan tremenda situación escritos tan maravillosos como su Cántico espiritual y las canciones de su Noche oscura; obras señeras, entre otros méritos, de la lírica universal. Y perdonó a los que le maltrataban. Maximiliano Kolbe, el mártir de la caridad (cfr. anécdota n. 27), en su época de misionero en Japón se encontraba gravemente enfermo del pulmón; sufría accesos de fiebre y terribles jaquecas, pero aguantaba a pie firme y proseguía su trabajo. Le habían aconsejado ingresar en un sanatorio, sin embargo él pensaba que, puesto que no tenía cura, lo mejor era emplear el tiempo que le quedaba en trabajar; de ésta madera sólida estaba hecho Kolbe. Con todo, escribe un día a sus compañeros de Polonia y confiesa: "Me asusta el sufrimiento (...). Pero también Jesús tuvo miedo en Getsemaní: este pensamiento me consuela".
La Virgen María había hablado en Lourdes, como años después lo haría en Fátima, de penitencia. Para la pequeña Bernadette ahí estaba el núcleo del mensaje. Y oración por la conversión de los pecadores. El mundo está realmente enfermo y hay que rezar por la salud de este mundo. La Señora ha dejado, como huella maternal de su paso por la gruta de Massabielle, un manantial de agua que curará a infinidad de enfermos del cuerpo, y, más todavía, un manantial de dones que sanarán a lo largo de los años a muchas almas alejadas de Dios.
Visitaba Juan Pablo II una leprosería por tierras brasileñas. Procuró dar ánimos a aquellos enfermos y moverlos a la esperanza: "Vuestra enfermedad es una cruz, pero no una ciega fatalidad. El sufrimiento puede convertirse en un principio de gracia y salvación".
En la capilla del hospital había una rosa pintada llena de espinas que representaba el sufrimiento que crece en el amor y una imagen de Cristo mutilado de brazos y de piernas, ante el que los leprosos rezan una bella oración que data del siglo XIV: "Cristo no tiene manos porque tiene las nuestras, no tiene pies, porque tiene los nuestros, para guiar y conducir a los hombres a su camino". De la conversión del gran guitarrista Narciso Yepes. También algo de su visión sobrenatural a partir de ese momento.
Una noche la Guardia Civil le comunica un tremenda noticia: su hijo, Juan de la Cruz, ha fallecido en accidente, destrozado por una máquina quitanieves. Y cuando la periodista le pregunta si llegó a encararse con Dios y a pedirle explicaciones, si aguantó a pie firme, contesta: Falleció precisamente cuando llevaba sobre sus espaldas, como cada año por Semana Santa, al Santo Cristo de su devoción. Murió fulminado por un infarto en pleno esfuerzo. Casi diríamos que fue una muerte "en acto de servicio". Y en el lugar donde cayó el costalero -en la sevillana plaza de La Alfalfa- dejaron sus conciudadanos unos versos en cerámica:
Tú fuiste, Señor mi Redentor, yo fui tu costalero. Tú, arriba, en el madero, yo, abajo, por amor. El arquitecto Mies Van Der Rohe, nacido en Aquisgrán (1886) y fallecido en Chicago (1969), es considerado, junto a Le Corbusier y Gropius, uno de los mejores arquitectos del siglo XX. Un gran ideal suyo, desde muy joven, será "liberar a la construcción de las especulaciones estáticas y volver a hacer del acto de construir lo que debería ser esencialmente: construir". Es un hombre que ama la claridad, el orden, la exactitud en la proporción. Y sobre todo podemos recordar de él esta enseñanza, algo que repetirá muchas veces a lo largo de su vida: "Dios está en los detalles".
A propósito del peligro de mundanización, o paganización, por ir aceptando planteamientos, ideas y formas de vida poco de acuerdo con una concepción cristiana de la vida, comenta el Cardenal Ratzinger (en las entrevistas del periodista italiano Vittorio Messsori: Informe sobre la fe) el daño que han sufrido algunas órdenes y congregaciones religiosas que, en vez de practicar una sana reforma, se han dejado llevar hacia cierta relajación en su entrega a Dios. Estas cosas no suelen suceder de repente, ni de la noche a la mañana, sino a base de leves cesiones que no se cortan.
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