Me lo contaba un amigo. Había ido él a visitar una finca con el dueño. Cuando llegaron al lugar en que unos campesinos estaban trabajando -ya desde lejos los habían visto-, dos o tres de ellos descansaban tan tranquilos fumándose un cigarrito a la sombra de un árbol. Se sorprendió el visitante de la actitud de aquellos hombres y pensaba en su interior si no serían un poco cínicos, con aquel comportamiento que parecía denotar cierta frescura. A la vuelta preguntó al propietario por aquellos empleados. Este aclaró:
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Narra un sacerdote, con buen humor, recuerdos de un antiguo compañero de Colegio Mayor, prototipo del agobiado. Y el individuo era de esta guisa:
"-Mañana tengo que estudiar doce horas seguidas -aseguraba con mirada doliente. En este país se ha ironizado mucho con la poca laboriosidad de los empleados públicos y hay que decir que "de todo hay en la viña del Señor", y que "en todas partes cuecen habas, y en la mía, calderadas", aunque también es cierto que tanta insistencia en las chanzas debe obedecer a alguna realidad. Por otro lado, este género de críticas puede observarse en otras naciones cuando se trata del gremio funcionarial.
Siempre es fácil recurrir al chascarrillo en que se destaca el vicio de la pereza, aunque el ideal sea, más bien, presentar la virtud y animar con el buen ejemplo.
Se habla de un individuo que estaba apoyado en la puerta de una casa y ni se molestaba en tocar el timbre. Por fin alguien salió del interior de la vivienda y se topó con el que esperaba. El sistema comunista ha sembrado sal allá por donde ha pasado, también en los aspectos materiales y económicos. Ha sofocado la iniciativa privada y ha creado, con su estatalismo, un mundo de gentes sin estímulo ni sentido de la responsabilidad personal. Los obreros de la antigua Unión Soviética decían con sorna a propósito de sus relaciones con los jefes: "Ellos hacen como que nos pagan, y nosotros hacemos como que trabajamos".
Suele decirse que la mejor lotería es trabajo y ahorro. En una línea parecida de convicciones se mueve la sabiduría popular cuando afirma que "con diez nobles abuelos no se pone el puchero", indicando que de poco sirve presumir de antepasados, linajes y abolengos..., si estos "méritos" no van acompañados de un patrimonio. Y también: "Con hermosura sola no se pone olla". El contenido de una popular seguidilla va también en esa dirección: "Dices que por el pelo tienes amores; / echa el pelo en la olla, / verás qué comes".
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April 2014
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