Marcel Marceau, el gran artista del mimo, había concluido su espectáculo entre interminables ovaciones de un público entusiasmado. Ya instalado en el camerino, sudoroso y fatigado, se dedicaba a ir eliminando hasta el último resto del maquillaje que le cubría el rostro. Fuera, ante la puerta, guardaban cola un serie de admiradores y varios periodistas, a la espera de poder conversar un poco con el famoso personaje. Y de pronto, vieron a una viejecita, que salía de no se sabe dónde, avanzando lentamente con la ayuda de un bastón. Abrió la puerta del camerino sin preocuparse de llamar y sin pensar un instante en todos los que aguardaban su oportunidad de pasar, y penetró en el interior. Refiere uno de los periodistas, que lo que presenció desde fuera, que la anciana llegó hasta el artista y se limitó a decir:
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April 2014
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