Escuchaba yo con interés el relato del oficial que había participado en misiones de control de una zona del mar durante la llamada Guerra del Golfo. Contaba que el mayor peligro para su fragata no estaba en un posible encuentro con buques enemigos, sino en las pequeñas minas que andaban a la deriva por aquella zona; eran tan pequeñas que los aparatos normales para detectarlas no eran del todo seguros; así que no había más remedio que situar a un marinero en la proa, provisto de prismáticos, para que barriera con su vista el agua. El marinero, por la cuenta que le traía -sería el primero en saltar por los aires si chocaban con una mina-, se esforzaba por escrutar cada metro cuadrado de agua...
-¡Había que relevarlos cada diez minutos!
Escuchaba yo con interés el relato del oficial que había participado en misiones de control de una zona del mar durante la llamada Guerra del Golfo. Contaba que el mayor peligro para su fragata no estaba en un posible encuentro con buques enemigos, sino en las pequeñas minas que andaban a la deriva por aquella zona; eran tan pequeñas que los aparatos normales para detectarlas no eran del todo seguros; así que no había más remedio que situar a un marinero en la proa, provisto de prismáticos, para que barriera con su vista el agua. El marinero, por la cuenta que le traía -sería el primero en saltar por los aires si chocaban con una mina-, se esforzaba por escrutar cada metro cuadrado de agua...
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En otoño de 1951, cuando contaba con trece años de edad, Sofía, la futura Reina de España, es enviada por sus padres a un colegio de Salem, junto al lago de Costanza, en el estado alemán de Baden-Wurtenberg. El colegio -recuerda Doña Sofía a la periodista Pilar Urbano- era exigente en lo que a disciplina se refiere.
En Salem educaban en el sentido del honor, del deber y de la responsabilidad personal. Allí enseñaban -según narra la Reina- a ir anotando en una libreta lo positivo y lo negativo. Esto se hacía al llegar la noche: Así me lo contaron y trataré de reproducirlo con la mayor fidelidad posible. Enviudó cierto caballero y se quedó el pobre -como suele decirse- "más solo que la una". Hubo consejo de familia y todos estaban de acuerdo -quizá escurriendo un poco el bulto, pues ya se imaginaban lo que se les venía encima- en que la persona más adecuada para hacerse cargo de aquel hombre en su casa y cuidarlo era una hermana concreta. Y ella aceptó con espíritu abnegado.
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April 2014
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