Uno de los grandes de la música ligera italiana -Domenico Modugno-, ganador de más de un festival de San Remo, autor de temas inolvidables como "Volare", "Piove", "Tu sí na cosa grande pe me"..., relata en una de sus más famosas canciones la siguiente historia. Un muchacho va recorriendo la orilla del río Tíber -il Tevere- en Roma. Es de noche. Va por el popular barrio del Trastevere, herido de amores, con el corazón en carne viva. De repente, ve sobre la superficie del agua un disco de plata brillantísima, y, cegado por su fulgor y perfecta redondez, acaba por lanzarse sin pensárselo dos veces al río. En el instante mismo de alcanzar el objeto que le ha subyugado el ánimo, el disco se rompe en mil pedazos: se trata tan sólo del reflejo de la luna en el Tíber. Allora, allora ho capito tante cose... ("Entonces, entonces he comprendido tantas cosas"...)
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Así reza el subtítulo de un folleto de la colección juvenil "Mundo Cristiano"; en concreto, el número 147. El título habla de su protagonista: La vida de Luis Ángel.
Luis Angel es un niño formidable. Nace en 1980 y al poco tiempo se enterarán sus padres de que tendrá que vivir toda su vida en una silla de ruedas, porque es hipotónico, es decir, carece de fuerza muscular (en un primer momento los médicos creen que morirá rapidísimamente, y, contra pronóstico, alcanza la edad de quince años, que es cuando fallece en su Palencia natal). La lectura de lo que fue la existencia de Luis Ángel, con todo el conjunto de penalidades que son fáciles de imaginar, y el ejemplo de sus padres y familiares, produce admiración y conmueve. He leído que los japoneses tienen el siguiente dicho: "Si quieres ser feliz unas horas, emborráchate; si quieres ser feliz unos días, mata un cerdo; si quieres ser feliz un año, cásate; si quieres ser feliz toda la vida, hazte jardinero".
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April 2014
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