Cuando era todavía un niño de unos nueve años, San Juan Bosco tuvo un sueño que le impresionó para el resto de su vida, aunque pasaron muchos años antes de que pusiera por escrito esta experiencia. En el sueño él veía a muchos chicos que se divertían en un patio grande. Entre gritos y risas, muchos blasfemaban. El pequeño Juan se metía en medio para intentar acallarlos a puñetazos, pero en ese instante se le apareció el Señor y le dijo:
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Me lo refiere un conocido. Iba dando una vuelta con un amigo y tuvo el arranque de manifestarle con toda sencillez que él siempre, es decir, todos los días, hacía una visita al Santísimo en alguna iglesia, y, puesto que se encontraban delante de una abierta, pues que aprovechaba; que a ver qué le parecía acompañarle en tan buena acción. El amigo se mosqueó un poco y contestó que él, mejor se quedaba fuera; cosa que hizo:
Uno de los más famosos payasos de todos los tiempos fue Tony Grice. De él se cuenta que marchó a ver a un médico porque andaba tristón, y el galeno le recomendó:
-Mire, hoy, en vez de ir a trabajar, haga una excepción y vaya a ver a Tony Grice. El franciscano P. Maximiliano Kolbe, canonizado por el Papa Juan Pablo II, nació en Polonia en el año 1894. Estudió teología en Roma y ejerció el magisterio en la ciencia eclesiástica. En 1930, sus superiores lo trasladaron a Japón, donde trabajó como misionero con gran generosidad. Años después, vuelto primero a Alemania y luego a su Polonia natal, fue encarcelado por la Gestapo y recluido en el tristemente famoso campo de concentración de Auschwitz (el Oswiecin polaco). Corría el mes de mayo de 1941 cuando llegó a este terrible lugar. A finales de julio se produjo una fuga -un panadero de Varsovia apellidado Klos-, y los jefes, como represalia, eligieron a una serie de prisioneros -diez- que morirían de hambre a causa del escapado y para evitar otros intentos.
A algunos Santos parece que los vemos siempre unidos a algún hecho concreto, con una imagen difícil de variar; por ejemplo, contemplamos a San Martín en el instante de dividir la capa con el pordiosero, o a San Francisco de Asís con un lobo a su lado, manso como un corderillo; en el caso de San Juan de Dios, la imagen es la de un individuo que acaba de cargarse al hombro a un pobre enfermo.
Hay quien piensa que la caridad cristiana -sobrenatural por el fin y por el origen- equivale a amar al prójmo por razones meramente extrínsecas, como si el prójimo no fuera en sí mismo amable. Cuentan que una dama de la alta sociedad -lo refiere J. Hervada en El hombre y su dignidad en palabras de Mons. Escrivá de Balaguer, artículo publicado en "Fidelium Iura", nº 2, 1992- atendía en cierta ocasión a un enfermo pobre. Agradecido éste por las atenciones recibidas, mostró su gratitud a la señora con palabras emocionadas. Ella le cortó en seco:
En mayo de 1992, el Papa Juan Pablo II beatificaba al Fundador del Opus Dei, y el 26 de junio se cumplía el dies natalis del nuevo Beato. Con motivo de la celebración por vez primera de su memoria litúrgica, se oficiaron misas en su honor en lo más variados lugares del mundo, bastantes de ellas presididas por eminentes miembros de la jerarquía de la Iglesia. La celebrada por el Arzobispo de Colonia, el Cardenal Joachim Meisner tuvo lugar en la iglesia de San Pantaleón de aquella ciudad alemana.
En la Siena del siglo XIV hay un hospital de San Lázaro, que acoge en su interior a varios enfermos de la terrible lepra. Allí yace una pobre mujer, muy enferma; se llama Tecca. Nadie la cuida; más bien la evitan. Pero acude en su ayuda Santa Catalina, la acaricia, la lava, le da de comer, y la mujeruca, que no sale de su asombro, se deshace en agradecimiento.
Santo Tomás Moro, el que fuera gran humanista, Lord Canciller de Inglaterra con Enrique VIII y mártir por defender su conciencia cristiana, gozó siempre de un buen humor envidiable, e hizo gala de él hasta en el momento de su muerte, el 6 de julio de 1535, como demuestran sus palabras al mismo verdugo. Él había escrito esta plegaria: "Dame, Señor, una buena digestión y también algo que digerir", que suena algo parecido a aquello de "Señor, da pan a los que tienen hambre y hambre a los que tienen pan", que algunos dicen en broma. Y continúa: "Dame salud del cuerpo y, con ella, el sentido común necesario para conservarla lo mejor posible. (...) Dame, Señor, sentido del humor. Dame la gracia de comprender una broma, para lograr un poco de felicidad en esta vida y saber regalarla a los demás. Así sea".
Del escritor Bruce Marshall recordamos con gusto novelas de su primera época -luego decae bastante-, como: El mundo, la carne y el Padre Smith, A cada uno su denario y El milagro del Padre Malaquías. Curiosa fue su conversión al catolicismo.
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April 2014
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