-Juan, todo lo que haces a los pobres a Mí me lo haces. Sus llagas son mis llagas, y a Mí me lavas los pies cuando a ellos se los lavas.
Eso cuentan.
Fuente: ANÉCDOTAS Y VIRTUDES, III. JULIO EUGUI
A algunos Santos parece que los vemos siempre unidos a algún hecho concreto, con una imagen difícil de variar; por ejemplo, contemplamos a San Martín en el instante de dividir la capa con el pordiosero, o a San Francisco de Asís con un lobo a su lado, manso como un corderillo; en el caso de San Juan de Dios, la imagen es la de un individuo que acaba de cargarse al hombro a un pobre enfermo. Nuestro San Juan, el fundador de la Orden de los Hospitalarios, había nacido en Portugal en 1495. Tras una vida azarosa, alistado en el ejército de Carlos V, acabó por dedicarse en Granada al cuidado de los enfermos. Un día se encontró en la calle a uno casi moribundo. Se lo echó a la espalda, lo llevó al hospital y allí lo acostó y le lavó los pies. Al ir a besárselos, vio con sorpresa que estaban heridos como los de Cristo y, levantando los ojos hacia el rostro del enfermo, reconoció en él a Jesús que le miraba sonriente. Y Nuestro Señor le dijo: -Juan, todo lo que haces a los pobres a Mí me lo haces. Sus llagas son mis llagas, y a Mí me lavas los pies cuando a ellos se los lavas. Eso cuentan. Fuente: ANÉCDOTAS Y VIRTUDES, III. JULIO EUGUI
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