Un amigo suyo, que no creía en el relato bíblico de la creación, pasó por su casa para hacer una visita. Al contemplar cómo Newton hacía mover a los pequeñitos planetas en sus órbitas, el hombre exclamó: ¡Vaya, vaya! ¡Qué cosa tan exquisita! ¿Quién lo hizo? Sin levantar la vista, Newton contestó: Nadie.
Hace muchos años, Sir Isaac Newton hizo un modelo de trabajo de nuestro sistema solar. En el centro había una bola dorada grande que representaba el sol, y girando alrededor de ella estaban los planetas, pequeñas esferas adheridas a las puntas de varas de diferentes longitudes.
Un amigo suyo, que no creía en el relato bíblico de la creación, pasó por su casa para hacer una visita. Al contemplar cómo Newton hacía mover a los pequeñitos planetas en sus órbitas, el hombre exclamó: ¡Vaya, vaya! ¡Qué cosa tan exquisita! ¿Quién lo hizo? Sin levantar la vista, Newton contestó: Nadie.
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Helen Hayes una vez dijo que su madre le describió la diferencia entre logro y éxito.
Su madre le aconsejó que “el logro es el conocimiento y la satisfación que tienes al saber que estudiaste o trabajaste duro haciendo lo mejor que esta en ti. Un Joven fue donde su maestro y le dijo: “Maestro, quiero encontrar a Dios”. El maestro, sonríe. Y como hacía mucho calor, invitó al joven a acompañarlo a darse un baño en el río. El joven se zambulló, y el maestro hizo otro tanto. Después lo alcanzó y lo agarró, teniéndolo por la fuerza debajo del agua.
El joven se debatió por algunos instantes hasta que el maestro lo dejó volver a la superficie. Después le pregunta qué cosa había deseado más mientras estaba debajo del agua. Volábamos en un aeroplano de la ciudad de Denver, Estado de Colorado, a la de Chicago, estado de Illinois. Por radio se le dijo al piloto que al llegar a esta ciudad no podría aterrizar porque había muchas nubes y las condiciones atmosféricas en general no eran favorables. Cuando llegamos sobre Chicago no veíamos nada, sino únicamente nubes blancas, y permanecimos media hora volando en círculos sobre la ciudad.
Una simple fórmula que se debe aplicar antes de hablar de alguien o de un tema controversial:
P–¿Es productivo? I—¿Inspira? E–¿Edifica? NO EN EL DINERO. Jay Gould, el millonario norteamericano, al morir dijo: “Supongo que soy el hombre más miserable sobre la tierra.”
NO EN EL PODER MILITAR. Después de que Alejandro el Grande había conquistado el mundo hasta entonces conocido, lloró en frustración porque no había mas mundos que conquistar. En cierta ocasión, durante mi segundo semestre en la escuela de enfermería, el profesor nos hizo un examen sorpresa. Leí rápidamente todas las preguntas, hasta llegar a la última:”Cómo se llama la mujer que limpia la escuela?”
Seguramente era una broma. Yo había visto muchas veces a la mujer que limpiaba la escuela. Era alta, de cabello oscuro, unos 50 años, pero ¿cómo iba a saber su nombre? Entregué el exámen sin contestar la última pregunta. XI domingo Ordinario. Ciclo C
16 de Junio del 2013 1Sm 12,7-10.13 / Sal 31 / Gál 2, 16. 19-21 / Lc 7, 36-8,3 Encuentro entre la miseria y la misericordia.- Es admirable el respeto y la delicadeza que pone N. S. en su trato con las mujeres; parece ser que desde el principio de su vida pública, - al mismo tiempo que a los apóstoles, a ellas les dio tal importancia, que de un modo directo que obedece a un plan original, las quiso asociar con El, porque dice S. Lc. que lo seguían, y los asistían a Él y a los apóstoles con sus bienes, y en el texto de hoy se habla de “otras muchas”, además de Magdalena, Juana y Susana. Hace muchos años, cuando trabajaba como voluntario en un hospital de Stanford, conocí a una niñita llamada Liz, que sufría de una extraña enfermedad. Su única oportunidad de recuperarse era una transfusión de sangre de su hermano de 5 años, quien había sobrevivido a la misma enfermedad y había desarrollado los anticuerpos necesarios para combatirla.
Se cuenta que cierto emperador chino, cuando le avisaron que en una de las provincias de su imperio había una insurrección, dijo a los ministros de su gobierno y a los jefes militares que lo rodeaban: “Vamos. Seguidme. Pronto destruiré a mis enemigos.” Cuando el emperador y sus tropas llegaron a donde estaban los rebeldes, él trató afablemente a éstos, quienes, por gratitud, se sometieron a él de nuevo.
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