Allí, vivía un cocodrilo. Aunque era un animal peligroso, la señora permitió que él viviera en el lago. Parecía domesticado. Ninguno de los dos odiaba al otro. Vivían en perfecta paz.
Hace varios años, los periódicos contaron la historia de una anciana que vivía en el sur del Estado de la Florida. Su hogar era una casucha ubicada junto a un pequeño lago. Todos los días iba a sacar agua del lago.
Allí, vivía un cocodrilo. Aunque era un animal peligroso, la señora permitió que él viviera en el lago. Parecía domesticado. Ninguno de los dos odiaba al otro. Vivían en perfecta paz.
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Aunque millones de personas celebran el nacimiento de Cristo, pocas parecen ser conscientes de su verdadero significado.
Reconocemos que su nacimiento fue inusitado porque nació de una virgen. Su vida también fue singular porque fue el único que vivió sin pecar. Su muerte también fue inusual. Jesús no fue un mártir. No fue una víctima de circunstancias desafortunadas que moría por una causa digna. Tampoco dio su vida para dar un buen ejemplo. 1. Los caminos del hombre llevan a un fin sin esperanza… los de Dios, a una esperanza sin fin.
2. El mucho arrodillarnos nos mantendrá en buena condición. 3. Quien se arrodilla delante de Dios puede estar de pie frente a todos. 4. ¡Ejercitémonos diariamente! Caminemos con el Señor. La revista Consumer Reports (que informa a los consumidores sobre los productos y servicios que hay en el mercado) publicó un folleto con el intrigante título Cómo limpiar prácticamente cualquier cosa. Este folleto da consejos sobre qué solución usar para quitar una amplia variedad de manchas. Dada mi manera de vivir, que todo se me cae y se me derrama, es es el tipo de libro que me gusta.
¿Sabías que la glicerina quita las manchas de bolígrafo? El agua hirviendo puede quitar las manchas de frutas como fresas y moras. Los padres de niños pequeños deberían tener a mano un galón de vinagre para deshacerse de las marcas de crayones. El cloro trabaja bien sobre el moho. El jugo de lima hace pequeños milagros en las manchas de óxido. XX domingo Ordinario. Ciclo C
18 de Agosto del 2013 Jer 38,4-6. 8-10 / Sal 39 / Heb 12, 1-4 / Lc 12, 49-53. Todos sabemos por la experiencia personal, por la observación de los acontecimientos y por el sentido común que todo hombre, siempre y a todas horas; de cualquier pueblo, credo o ideología, busca la felicidad sin poder olvidarlo jamás. El hombre para eso ha sido creado. Si alguien renunciara o ignorara esa realidad nos parecería anormal o locura; pero esa felicidad, relativa si se quiere, aunque aquí en la tierra sea por eso mismo transitoria y pequeña, se da cuando nos hallamos en paz con nosotros mismos, en armonía con nuestros seres queridos y con Dios. Nuestro Divino Salvador fue anunciado como Príncipe de la paz; en su nacimiento los ángeles, de parte de Dios entonaron el primer gloria de la historia con un augurio de paz para los hombres amados del Señor. Y prácticamente en todos los discursos, parábolas y alegorías, N. Señor alabó la paz, la llevaba dentro, la comunicaba a los cuatro vientos, la suscitaba en quienes lo seguían o escuchaban, pero hoy nos sorprende el Ev. al decirnos que no viene a traer la paz sino la guerra, la división. Recordamos que en la presentación del Señor, a los 40 días de nacido, se escucharon aquellas palabras enigmáticas y seguramente dolorosas para La Sma. Virgen y S. José. En el Templo aquellas tres palabras ensombrecieron sus rostros: -¡Signo de contradicción! Una vez un artista estaba pintando la bóveda de un templo, y con frecuencia daba unos pasos hacia atrás en el andamio, para contemplar su obra. Se encontraba tan absorto contemplando su trabajo, que no se había dado cuenta de que iba a caer en el pavimento que estaba a gran distancia del andamio.
Otro pintor, hermano de aquel, viéndolo en peligro y comprendiendo que una palabra podría apresurar su caída, arrojó una brocha sobre el cuadro que contemplaba el artista que estaba en peligro. Este pintor, sorprendido y enojado, violentamente se dirigió hacia adelante: así se salvó de una caída que hubiera sido mortal. Así también, Dios algunas veces destruye las halagadoras esperanzas de nuestro corazón, para advertirnos el grave peligro en que estamos por causa del pecado, y para salvar nuestras almas.—Peloubet. Lerı́n, A. 500 ilustraciones Se cuenta el caso de un hombre que cometió un terrible crimen, asesinando por celos, en una fiesta de bodas al propio desposado.
Después de cometido el crimen tomando su caballo huyó, gracias a la oscuridad de la noche, del castillo donde se había celebrado la fiesta, corriendo por los caminos de Escocia. Después de galopar toda la noche dando vueltas y revueltas y cuando creía hallarse muchísimos kilómetros del lugar, al despuntar el alba, se encontró a las puertas del mismo castillo donde había cometido su terrible fechoría, siendo detenido para recibir su castigo. Un predicador acababa de invitar a sus oyentes a buscar de Dios, cuando un joven exclamó:
-Usted habla del peso del pecado. Yo no lo siento — ¿Cuánto pesa? ¿Veinte kilos, cien kilos? -Dígame -le preguntó el predicador-, Si usted pusiera un peso de cien kilos sobre el pecho de un hombre muerto, -¿Lo sentiría él? –No, ya que está muerto -Contestó el joven. VI domingo de Pascua. Ciclo C
5 de Mayo del 2013 Hch 15, 1-2.22-29 / Sal 66 / Ap 21,10-14.22-23 / Jn 14,23-29. ¡Todo bautizado en gracia de Dios, hermanos, es la persona más acompañada! Tanto que tememos la soledad como uno de los varios temores del hombre; pero las palabras de Jesucristo nos aclaran e iluminan el camino, al grado que podemos decir que un creyente unido a Él por el amor nunca estará solo, sencillamente porque lo asegura al decirnos hoy: “el que me ama cumplirá mi Palabra, mi Padre lo amará y VENDREMOS a él y haremos en el nuestra morada”. Un juez iba a liberar a un preso de la cárcel, por lo que hizo pasar a uno por uno a una “entrevista” con él para ver quien merecía ser liberado. Al preguntar al primero por qué estaba allí este dijo:
“Estoy aquí porque me calumniaron y me acusaron injustamente” |
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