El hombre aquel estaba muy preocupado porque, según le habían dicho, era un presagio malo eso de soñar algo acerca de tales animales. La mujer de este trabajador, tan supersticiosa como su marido, tuvo miedo y no sabía cómo interpretar aquel sueño funesto. El hijo de ellos, que era muy inteligente y nada supersticioso, y que no tenía para su padre mucho respeto filial, sirvió de “José” a aquel moderno “Faraón”, e interpretó el sueño:
Un trabajador cierta mañana contó a su esposa el siguiente sueño que él había tenido la noche anterior: “Soñé que se me acercaron cuatro ratas: la primera era muy gorda, las dos siguientes estaban muy flacas, y la cuarta estaba ciega.”
El hombre aquel estaba muy preocupado porque, según le habían dicho, era un presagio malo eso de soñar algo acerca de tales animales. La mujer de este trabajador, tan supersticiosa como su marido, tuvo miedo y no sabía cómo interpretar aquel sueño funesto. El hijo de ellos, que era muy inteligente y nada supersticioso, y que no tenía para su padre mucho respeto filial, sirvió de “José” a aquel moderno “Faraón”, e interpretó el sueño:
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Hoy termina un día más. Posiblemente en tu vida pasaron muchas personas que hicieron algunos detalles por ti y que en el momento no valoraste. Ahora tienes el momento para reflexionarlo y agradecerlo con la siguiente historia:
Charles Plumb, era piloto de un bombardero en la guerra de Vietnam. Después de muchas misiones de combate, su avión fue derribado por un misil. Plumb se lanzó en paracaídas, fue capturado y pasó seis años en una prisión norvietnamita. A su regreso a Estados Unidos, daba conferencias relatando su odisea, y lo que aprendió en la prisión. Un día estaba en un restaurante y un hombre lo saludó: Le dijo “Hola, usted es Charles Plumb, era piloto en Vietnam y lo derribaron verdad?” “Y usted, ¿cómo sabe eso?”, le preguntó Plumb. Un editorial, en el Día de Acción de Gracias, habló de una profesora que pidió a sus alumnos de primer grado que hiciesen un dibujo de alguna cosa por la cual estuviesen agradecidos. Ella pensó que seguramente todos ellos eran hijos de familias pobres no tendrían mucho que agradecer, así que dibujarían platos de comida, o alguna cosa por el estilo. Sin embargo, la profesora quedó sorprendida con el dibujo que hizo uno de sus alumnos… Era una mano, dibujada de forma sencilla e infantil.
Hoy Jesús tiene precio. Y es vendido. Como se vende una cosa, un animal, un servicio; pero no una persona. Dios se había hecho hombre. Hoy se hace mercancía. Treinta monedas de plata. Los sumos sacerdotes aceptaron el precio que Judas les propuso. Les salió barato. También hoy, Jesús se vende barato. En el mercado actual de valores, Jesús se cotiza bajo. Al menos frente al oro, al placer, a la fama mundana, al poder. Y todos, sin excepción, lo hemos vendido ya alguna vez. Porque eso es, en definitiva, el pecado: vender a Jesús a cambio de unas monedas de egoísmo, en cualquiera de sus formas.
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April 2014
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