El guardia que estaba de turno en la Casa de Gobierno le comunicó que no podía ver al Presidente, ya que estaba muy ocupado. Le ordenó que se fuera y volviera al campo de batalla.
Desilusionado, el soldado se sentó en un banco de la plaza cercana de la Casa Blanca. Allí estaba, sin saber qué hacer, cuando se acercó un niño adonde estaba y viéndolo triste, le preguntó qué le ocurría. El soldado le contó su historia.