2. El mucho arrodillarnos nos mantendrá en buena condición.
3. Quien se arrodilla delante de Dios puede estar de pie frente a todos.
4. ¡Ejercitémonos diariamente! Caminemos con el Señor.
1. Los caminos del hombre llevan a un fin sin esperanza… los de Dios, a una esperanza sin fin.
2. El mucho arrodillarnos nos mantendrá en buena condición. 3. Quien se arrodilla delante de Dios puede estar de pie frente a todos. 4. ¡Ejercitémonos diariamente! Caminemos con el Señor.
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La enfermera acompañó a un joven cansado y ansioso hasta la cama de un hombre mayor. Su hijo está aquí, le susurró al paciente. Tuvo que repetir esas palabras varias veces antes que los ojos del paciente se abrieran. Estaba bajo los efectos de un fuerte sedante debido al dolor por su ataque al corazón, y veía confusamente al joven parado en el exterior de su carpa de oxígeno.
Extendió su mano y el joven la tomó firmemente con las suyas, transmitiéndole un mensaje de aliento. La enfermera trajo una silla al lado de la cama. Toda la noche el joven estuvo sentado sosteniendo la mano del anciano y dándole suaves palabras de esperanza. El moribundo no decía nada y mientras se sostenía firmemente de su hijo. XXII domingo Ordinario. Ciclo C
1 de septiembre del 2013 Ecl 3, 19-21.30-31 / Sal 67 / Heb 12,18-24a / Lc 14,1.7-14. ¿Se han fijado hermanos, que un caballo de pura raza no puede traspasar una barda de tres metros, pero una hiedra sí? El brío del caballo, su fuerza y habilidad; la destreza del jinete por muy bueno que sea no llega a tanto. La hiedra es silenciosa, se adhiere a la pared, poco a poco la cubre e incluso la pasa; así es la humildad; por ser la virtud que nos enseñó Nuestro Bendito Salvador desde el principio al fin de su vida; y porque la sigue mostrando en la Eucaristía, merece atención especial. Hoy en la primera lectura nos invita el autor sagrado a proceder en todos los asuntos con humildad y así nos amará la gente; pero lo más grande es que el humilde HALLARÁ GRACIA ANTE EL SEÑOR; y agrega que sólo los humildes le dan gloria. Por el contrario, dice unas palabras que parecen una maldición; porque “no hay remedio para el hombre orgulloso porque ya está arraigado en la maldad”. Las personas piensan con frecuencia que los cirujanos del corazón son las divas de la arrogancia del mundo de la medicina.
Pero aquellos que conocen al doctor William DeVries, el cirujano pionero del corazón artificial, no pudieran estar en mayor desacuerdo. Sus compañeros en el Hospital Humana Audubon en Louisville, Kentucky, describen al doctor DeVries como el tipo de médico que se presenta los domingos solo para animar a sus pacientes descorazonados. En ocasiones cambia su atuendo, a lo considerado por tradición como un trabajo de enfermera, y si el paciente desea que se quede un poco de tiempo y converse, él siempre lo hace. Se reunieron un día las zorras a orillas del río Meandro con el fin de calmar su sed; pero el río estaba muy turbulento, y aunque se estimulaban unas a otras, ninguna se atrevía a ingresar al río de primera.
Al fin una de ellas habló, y queriendo humillar a las demás, se burlaba de su cobardía presumiendo ser ella la más valiente. Así que saltó al agua atrevida e imprudentemente. Pero la fuerte corriente la arrastró al centro del río, y las compañeras, siguiéndola desde la orilla le gritaban: “¡No nos dejes compañera, vuelve y dinos cómo podremos beber agua sin peligro!” El cartero extendió el telegrama.
José Roberto, le agradeció, y mientras lo abría, una profunda arruga surco su frente. Una expresión de sorpresa más que de dolor. Palabras breves y precisas: – Tu padre falleció. Entierro 18 horas. Mamá. José Roberto continúo parado, mirando al vacío. Ninguna lágrima, ningún dolor. ¡Nada! Era como si hubiera muerto un extraño. ¿Por que no sentía nada por la muerte del viejo? Como un torbellino de pensamientos confusos, avisó a la esposa, tomó el micro y se fue, venciendo los silenciosos kilómetros de ruta mientras la cabeza giraba a mil. En su interior, no quería ir al funeral y, si estaba en camino era sólo para que la madre no estuviera más triste. Ella sabía que padre e hijo no se llevaban bien. Antes de acabar mi día acostumbro hacer una pequeña retroalimentación de las acciones que ocurrieron durante este. Lo empecé a hacer desde que leí la siguiente historia:
Tres personas iban caminando por el bosque. Uno era un sabio con fama de hacer milagros, otro un poderoso terrateniente del lugar y el tercero, que iba detrás de ellos escuchando la conversación, era un joven estudiante, alumno del sabio. El gran pintor italiano Rafael recibió el encargo del Papa Julio II de pintar una estancia del Vaticano bien famosa: la Stanza de Heliodoro. Hay entre los frescos uno dedicado a un milagro eucarístico muy conocido: "La Misa de Bolsena".
Una vez un grupo de tres hombres se perdió en la montaña, y había solamente una fruta para alimentarlos a los tres, quienes casi desfallecían de hambre. Se les apareció entonces Dios y les dijo que probaría su sabiduría y que dependiendo de lo que mostraran les salvaría.
Les preguntó entonces Dios qué podían pedirle para arreglar aquel problema y que todos se alimentaran. |
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