Hace algunos años, luego de mucho tiempo sin vernos, de pronto empecé a pensar en él y su familia. Simplemente no podía quitármelos de la mente. Y por alguna razón, me sentía obligado a enviarle un cheque por $100. Lo pensé durante varios días e hice varios viajes inconclusos a la oficina de correos. Finalmente lo envié con una carta diciendo que esperaba no haberle ofendido, pero que creía que el Señor quería que hiciera eso.
Tengo un primo que es ministro bautista. En el transcurso de nuestra niñez, sólo nos veíamos un par de veces al año. Ahora, nos vemos menos aún.
Hace algunos años, luego de mucho tiempo sin vernos, de pronto empecé a pensar en él y su familia. Simplemente no podía quitármelos de la mente. Y por alguna razón, me sentía obligado a enviarle un cheque por $100. Lo pensé durante varios días e hice varios viajes inconclusos a la oficina de correos. Finalmente lo envié con una carta diciendo que esperaba no haberle ofendido, pero que creía que el Señor quería que hiciera eso.
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1. Los caminos del hombre llevan a un fin sin esperanza… los de Dios, a una esperanza sin fin.
2. El mucho arrodillarnos nos mantendrá en buena condición. 3. Quien se arrodilla delante de Dios puede estar de pie frente a todos. 4. ¡Ejercitémonos diariamente! Caminemos con el Señor. Un equipo de botánicos participaba en una investigación de flores extrañas en los Alpes. En el pequeño saliente de una roca se pudo identificar un fino ejemplar, el cual podía ser alcanzado solamente por medio de una cuerda salvavidas. El trabajo era demasiado peligroso para los inexpertos botánicos, por lo tanto, llamaron a un joven pastor de ovejas que conocía muy bien la región. Le ofrecieron al chico varias monedas de oro para que se deslizara por la cuerda y tomara la extraña flor.
Aunque el chico deseaba las monedas con desesperación, temía, pues el trabajo era demasiado peligroso. Varias veces echó un vistazo sobre el precipicio, pero no podía ver la forma segura de alcanzar la flor. Además, él tendría que depositar su confianza en las manos de gente extraña que estarían sosteniendo la cuerda salvavidas. Había un hombre muy precavido que
Aquel que nunca se rió ni jugó; el nunca se arriesgó, ni nunca intentó nada, el nunca cantó u oró. Y cuando un día murió, el seguro de vida se negó a pagar, porque, como nunca había vivido, ¡dijeron que no había muerto! Aquel sábado, Andrea no estaba de ánimo para tolerar las payasadas mañaneras de su hijo de 6 años. Mientras Steven discutía con sus amigos por un juego de video, ella sentía la presión de un montón de asuntos, que requerían de su inmediata atención.
Los productos alimenticios recién comprados para la cena del próximo día, ocupaban todo el espacio disponible sobre el desayunador de la cocina. Debajo de ellos, la lección de Escuela Dominical que debía preparar. La ropa de toda una semana, aún por lavar, yacía amontonada entre el cuarto de lavandería y la cocina. Y para colmo, la desconcertante carta de un amigo lejano que se encontraba en gran necesidad, se balanceaba al borde del fregadero. Con gran enfado, el joven arrojó su llave mecánica a la entrada de los autos, yendo a parar lejos. Por horas había intentado cambiar las bandas de los frenos del pequeño auto importado de su esposa. De nada sirvió que fuera el mejor de los mecánicos “mediocres”.
Finalmente, exasperado entró a la casa como un torbellino e informó a su esposa que había un problema serio con su carro que no podía solucionar. -Es más -gritó-, no sé si alguien pueda repararlo. Se anunció en cierta ciudad de América que un gran violinista tocaría un violín que costaba 1,000 dólares. Se llenó el teatro, pues muchos tenían curiosidad de oír un violín de tan alto precio. (El dólar tenía en aquellos tiempos mucho más valor que hoy).
El violinista dio en efecto, un magnífico concierto: pero apenas apagado el último acorde, el público vio con asombro que el músico arrojaba el violín al suelo y lo pisoteaba hasta convertirlo en astillas. Inmediatamente el empresario apareció en medio de grandes murmullos y explicó que el violín destrozado era un violín barato que costaba sesenta y cinco centavos y que a continuación el gran músico tocaría con el violín de mil dólares. Cuando lo hizo, muchos de los presentes dijeron que apenas habían notado diferencia. Durante un terremoto, ocurrido hace unos pocos años, los habitantes de la pequeña ciudad, presos del pánico, corrían de una a otra parte, cuando se apercibieron de una anciana, a quien todos conocían, en cuya actitud no podía verse sino paz y sosiego, la cual, desde la puerta de su vivienda parecía sonreír a los espantados.
Alguien le preguntó: -Abuela. ¿No tiene usted miedo? A lo que la anciana, una cristiana fiel, contestó: La casa comenzó a incendiarse, el chico estaba solo, ambos padres habían salido a trabajar. El chico subió al techo dado que el fuego había comenzado en la cocina…
Los vecinos llamaron a los bomberos y le avisaron a la fábrica del padre que estaba a pocas cuadras… el humo aumentaba y también la desesperación; el padre llegó corriendo y le gritaba a su hijo: “Tiráte que yo te sostengo…”…¡! “No, no, no me puedo tirar porque no te veo, no sé donde estás…¡!… ” Hubo una vez un hombre que pensaba en como sacar un clavo de una tabla gruesa de madera, pues no tenía tenazas, solo un mazo y unos clavos. Pasó mucho rato tratando de pensar la manera de sacarlo y cuando iba a desistir se le ocurrió una idea.
Tomó otro clavo y la clavó sobre la cabeza del que quería sacar y de esta forma el primer clavo salió del otro lado de la tabla. A veces tenemos un odio, un dolor, un resentimiento que hemos estado tratando de sacar de nuestros corazones y no hemos podido por lo arraigado que se encuentra. |
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April 2014
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