José Roberto, le agradeció, y mientras lo abría, una profunda arruga surco su frente. Una expresión de sorpresa más que de dolor. Palabras breves y precisas: – Tu padre falleció. Entierro 18 horas. Mamá.
José Roberto continúo parado, mirando al vacío. Ninguna lágrima, ningún dolor. ¡Nada! Era como si hubiera muerto un extraño. ¿Por que no sentía nada por la muerte del viejo?
Como un torbellino de pensamientos confusos, avisó a la esposa, tomó el micro y se fue, venciendo los silenciosos kilómetros de ruta mientras la cabeza giraba a mil. En su interior, no quería ir al funeral y, si estaba en camino era sólo para que la madre no estuviera más triste. Ella sabía que padre e hijo no se llevaban bien.