Un amigo suyo, que no creía en el relato bíblico de la creación, pasó por su casa para hacer una visita. Al contemplar cómo Newton hacía mover a los pequeñitos planetas en sus órbitas, el hombre exclamó: ¡Vaya, vaya! ¡Qué cosa tan exquisita! ¿Quién lo hizo? Sin levantar la vista, Newton contestó: Nadie.