En Salem educaban en el sentido del honor, del deber y de la responsabilidad personal. Allí enseñaban -según narra la Reina- a ir anotando en una libreta lo positivo y lo negativo. Esto se hacía al llegar la noche:
Cfr. P. Urbano, La Reina
En otoño de 1951, cuando contaba con trece años de edad, Sofía, la futura Reina de España, es enviada por sus padres a un colegio de Salem, junto al lago de Costanza, en el estado alemán de Baden-Wurtenberg. El colegio -recuerda Doña Sofía a la periodista Pilar Urbano- era exigente en lo que a disciplina se refiere. En Salem educaban en el sentido del honor, del deber y de la responsabilidad personal. Allí enseñaban -según narra la Reina- a ir anotando en una libreta lo positivo y lo negativo. Esto se hacía al llegar la noche: -Las anotaciones debían ser veraces. Tú te examinabas. Tú eras tu juez. No podías mentirte a ti misma. Y ése era el código de honor. Una vez a la semana mostrábamos esos exámenes personales. Si tenías, por ejemplo, dos faltas de orden en la habitación, al llegar el sábado, te restaban del tiempo libre tres cuartos de hora, y te estabas en un aula sin hablar, o en la cocina pelando patatas, o caminabas cinco kilómetros en silencio. A mí me tocó hacer estas cosas muchas veces. Sí, era un castigo, pero te lo habías impuesto tú, y eso le daba otro valor y otra calidad moral. Cfr. P. Urbano, La Reina
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