Pasaron los años. Cuando el hombre estaba ya en el lecho de muerte, quiso hacer una declaración que le tranquilizara la conciencia antes de presentarse ante el tribunal divino, y manifestó a todos los presentes, que se quedaron verdaderamente estupefactos, lo que sigue:
-No quiero morir sin antes haberos perdonado el que durante estos años hayáis hecho todo lo posible por amargarme la existencia...