-Mamá, ¿a que cuando comulgas, el alma se pone blanca?
La madre responde que sí.
El niño vuelve a la carga con otra aseveración:
-¡También se pone amarilla!
Javi, un niño de tres años, dice a su madre:
-Mamá, ¿a que cuando comulgas, el alma se pone blanca? La madre responde que sí. El niño vuelve a la carga con otra aseveración: -¡También se pone amarilla!
0 Comments
El gran pintor italiano Rafael recibió el encargo del Papa Julio II de pintar una estancia del Vaticano bien famosa: la Stanza de Heliodoro. Hay entre los frescos uno dedicado a un milagro eucarístico muy conocido: "La Misa de Bolsena".
¿Cuál es la historia que inspira la pintura del artista de Urbino? Corría el año 1263, cuando un sacerdote de Bohemia que estaba de paso por aquella localidad, al celebrar la Santa Misa en la iglesia de Santa Cristina, sintió muchas dudas sobre la presencia real de Cristo en la Eucaristía; no acababa de aceptar que las palabras de la consagración pudieran obrar el milagro de la transustanciación, es decir, la admirable conversión de la sustancia del pan en el Cuerpo del Señor y de la sustancia del vino en su Sangre, como cree y enseña la Iglesia. En ese momento vio, atónito, cómo los corporales sobre los que celebraba la Eucaristía se empapaban de la Sangre de Cristo. Los presentes también quedaron estupefactos. Enseguida llevaron los corporales hasta la cercana Orvieto, porque allí se encontraba el Papa Urbano IV (su pontificado tuvo lugar entre el 1261 y el 1264). Este hecho animó al Pontífice a instituir la fiesta del Corpus Christi, que ya había comenzado a celebrarse por aquellos años en Flandes. Se disfruta con una breve anécdota contenida en un artículo de J.L. Martín Descalzo: "Hay estrellas". Nos habla de una niña de unos tres años -una sobrinilla- que llevaron al pueblo de los abuelos por vez primera. La cría se asombraba con todo lo que jamás había visto en la ciudad: el corral, con sus gallinas y conejos, los animales de la cuadra... Pero lo más extraordinario vino por la noche. Tomó a su madre por la manga y no cesaba de insistir: "¡Ven, ven, ven!". La mujer se dejó guiar por la criatura hasta el patio. Allá la pequeña levantó su manecita hacia el cielo, y "desde la cima de la oratoria, decía una sola palabra: ¡Mira!"
La niña había visto por primera vez en su vida el maravilloso espectáculo de las estrellas. Con ese "¡mira!" estaba dicho todo. La pluma de Martín Descalzo se recrea: "Arriba ardía la pedrería de un cielo milagroso y estrellado que sólo puede verse algunos días de verano en los pueblos de Castilla". |
Archivos
April 2014
Categorías
All
|