He leído que los japoneses tienen el siguiente dicho: "Si quieres ser feliz unas horas, emborráchate; si quieres ser feliz unos días, mata un cerdo; si quieres ser feliz un año, cásate; si quieres ser feliz toda la vida, hazte jardinero". Se entiende que los nipones, tan sensibles para la naturaleza y tan amantes de cuidar pequeños y primorosos jardincillos, destaquen las muchas satisfacciones que puede reportar el cuidado de las plantas. Pero en un terreno superior, es claro que la auténtica felicidad la da Dios, y ya en esta vida. El Beato Josemaría Escrivá parafraseaba alguna vez a San José de Calasanz (aquello de "si quieres ser santo, sé humilde...") y decía: "Si quieres ser feliz, sé santo; si quieres ser más feliz, sé más santo; si quieres ser muy feliz -¡ya en la tierra!-, sé muy santo".
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