-¡Oh, cheikk (anciano)!, plantas esta palmera y no sabes quiénes comerán su fruto... muchos años necesita para que madure, y tu vida se acerca a su término.
El anciano lo mira bondadosamente y luego le contesta:
El sultán se admira de tan grande generosidad y le entrega cien monedas de plata, que el anciano toma haciendo una zalema, y luego dice:
-¿Has visto, ¡oh, rey!, cuán pronto ha dado fruto la palmera?
C. Toval, Los mejores cuentos juveniles de la Literatura Universal