Parece, a primera vista, la reflexión de un autor de espiritualidad, y en realidad sale de la pluma de un hombre no versado en tal género de literatura. Es de un atleta norteamericano a quien un accidente ha dejado postrado en una silla de ruedas. Su nombre es Kirk Kilgour. Tomo el texto de J. Herranz, Atajos del silencio: "Pedí a Dios ser fuerte para realizar proyectos grandiosos y Él me ha preferido débil para conservarme en la humildad. Pedí a Dios que me diese la salud para grandes empresas, y Él me ha dado el dolor para comprenderlo mejor. Le pedí la riqueza para poseer muchas cosas, y Él me ha dejado pobre para no ser egoísta. Pedí a Dios todo para poder gozar de la vida, y Él me ha dejado la vida para poder estar contento. Señor: no he recibido nada de cuanto te pedí, pero me has dado todo aquello de lo que tenía necesidad, y casi contra mi voluntad".
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