-Pero, ¿qué hechos dignos de recompensa tiene en su haber?
A lo que el jefe del gobierno repuso con prontitud:
Sí, es curioso. Habría que escuchar el tono de voz y contemplar la sonrisa para entender el sentido que estas palabras tenían en el buen Sagasta, frente a la seriedad de la reina que se tomaba muy a pecho tales asuntos. Pero, mira por dónde, que hay bastante gente que se siente muy tranquila al considerar que, no habiendo hecho mal a nadie -y eso habría que demostrarlo-, ya ha cumplido y más que de sobra, como si administrar los talentos recibidos no diera para más.
Cfr. E. Ferrer, Mª Tª Puga y E. Rojas, Cuando reinar es un deber