Podría contar unas cuantas cosas de un conocido que era de lo más avaro que se ha visto por estos mundos de Dios. Los bienes terrenos se le pegaban como lapas, o, más bien, era él quien se adhería a ellos con una argamasa que, al raguar, hacía imposible el despegue. Por ejemplo, le pedía un hijo unas pesetillas para poder ir a ver un ofidiario, o sea, un zoo donde se exhibían preciosos reptiles de las más variadas procedencias del planeta; ejemplares únicos, bellísimos algunos, otros muy raros... Pero este caballero no soltaba moneda: -¡Así que quieres ver serpientes! Pues mira, mejor te voy a prestar una lupa, vas al jardín y observas las lombrices.
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April 2014
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