J. A. Sayás (Razones para creer) expone una anécdota imaginaria bastante ilustrativa. Habla de unos amigos que han escalado un montaña que hasta entonces se creía inexpugnable, aunque la verdad es que los deportistas hallaron en la cumbre un buzón, el nombre del club que lo colocó allí e, incluso, la fecha de su establecimiento, y dentro una tarjeta. Una vez sufrido el chasco de no ser los primeros, deciden ocultar la verdad y regresan para dar la noticia de la nueva conquista. Son entrevistados por la televisión, tras un recibimiento triunfal, y dan todo tipo de detalles sobre las dificultades de la escalada, la clase de alimentación que han empleado, medios técnicos, etc., hasta que un entrevistador, con un poquito de ironía en la voz, pregunta:
La pregunta cae como un jarro de agua helada sobre los escaladores.
-Sí, claro que lo había, pero hay que tener en cuenta que por encima pasan varias rutas aéreas. Esto explica que a algún avión se le cayó una puerta metálica que, poco a poco, por evolución, se convirtió en un buzón montañero. Sí, eso creemos que pasó.
El periodista vuelve a la carga:
-¿Y cómo estaba allí el cemento que lo sostenía?
-Ya, claro, ejem. Por casualidad.
-¿Y la inscripción grabada en el metal?
-Bueno, sí, surgió por casualidad.
-¿Y la tarjeta que había en el interior?
-Pues la casualidad...