El hombre no sabía leer ni escribir. Pero era honrado como nadie y buen cristiano. Asistía a Misa a diario. En su hogar se rezaba todos los días el rosario.
-¡Válgame la Virgen! Tantos hombres contra uno, y además inocente.
Fue suficiente para que lo detuvieran y, al encontrar en sus bolsillos un rosario, para que lo encarcelaran. Un miembro del comité que lo juzgaba, conocedor personal de "el Pelé" y admirador de su honradez, le recomendó, para salvarle la vida, que disimulara sus convicciones. Pero Ceferino no aceptó el consejo. En la madrugada del dos o tres de agosto fue fusilado en compañía de varios sacerdotes, religiosos y laicos. Murió gritando: "¡Viva Cristo Rey!".