-¿Qué haces arrodillada en medio del cuarto leyendo un papel?
-Leía una carta -respondió, al tiempo que se acercaba al pequeño y lo acariciaba.
-?Siempre se leen así las cartas? -volvió a preguntar el hijo, que seguía sin entender nada.
-Esta la escribió un hombre de Dios -contestó la Santa.
Tampoco tiene desperdicio el resto de la conversación entre madre e hijo.
-¿Qué es un hombre de Dios?
-Un hombre santo, que trata de ayudar a los demás cumpliendo la voluntad de Dios.
-Es estupendo ser un hombre de Dios. De mayor me gustaría serlo.
Y confesó Juana Francisca:
-Rezo todo los días para que lo seas.
Cfr. E. Ferrer Hortet, Juana de Chantal