Cuando se abrió la puerta, ocurrió una sorprendente transformación. Su bronceada cara estaba plena de sonrisas. Abrazó a sus dos pequeños hijos y le dio un beso a su esposa.
Este buen hombre me hace recordar que tenemos mucho más que un árbol para despojarnos de aflicciones, tenemos al Padre celestial a nuestro lado, quien nos ayuda a llevar la carga por más pesada que ésta sea.
Sólo entrégasela a El.