Por aquel entonces declaraba al periodista Miguel Álvarez, para la revista "Telva", año 1983, respondiendo a la pregunta "¿a qué es fiel, don Claudio, a estas alturas de la vida?" (y quede claro que esas "alturas" eran nada menos que noventa años):
Muy emocionado estuvo Claudio Sánchez Albornoz en su última visita a Covadonga, ya anciano y cercano a la muerte, tras tantos años de no haber pisado aquellos parajes que le devolvían a sus primeras investigaciones sobre el origen de la monarquía asturiana. No tuvo inconveniente en poner de manifiesto su acendrada fe religiosa ante la "Santina" y en hacer saber a cualquiera -vino en los periódicos- que pensaba aprovechar para confesarse con el abad del santuario.
Por aquel entonces declaraba al periodista Miguel Álvarez, para la revista "Telva", año 1983, respondiendo a la pregunta "¿a qué es fiel, don Claudio, a estas alturas de la vida?" (y quede claro que esas "alturas" eran nada menos que noventa años):
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La Revolución Francesa, frente a lo que muchos imaginan, fue una revolución terriblemente persecutoria para la Iglesia y estuvo animada por un espíritu fanático e intolerante. Por ejemplo, la comisión militar de Angers condenó a varias mujeres a morir fusiladas por el delito de "fanatismo", que equivalía practicar el culto católico. Según Voltaire, los fanáticos no merecían la tolerancia (Traité sur la tolérance). Entre los ajusticiados por orden de un tribunal revolucionario en Cambrai (1794) figuran: Angelique Dupuis, acusada de haber confeccionado hostias para la Misa; el marqués de Lavestine y su esposa, por esconder a sacerdotes "refractarios"; Agustín Boulanger, por tener dos hermanos canónigos; Eustaquio Carlier, agricultor, por haber dicho "que los curas juramentados de la Asamblea Nacional eran unos miserables".
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