“Creo que debe ser la mano de Dios”, dijo un niño.
“No, yo creo que que es la mano de un granjero que está dando de comer a las gallinas”, dijo otro.
Cuando finalmente todos volvieron a su trabajo, la profesora se aproximó a su alumno y le preguntó de quien era la mano.
“Es su mano, profesora” -murmuró él.
Entonces la profesora se acordó que, en varias ocasiones, en el recreo, ella le había cogido de la mano a él, que era un niño raquítico y desamparado. Ella hacía esto frecuentemente con los niños. Pero aquello significaba mucho para este alumno.
Esa debería ser la acción de gracias de todos, no por las cosas materiales que nos dan, sino por la oportunidad de todas las cosas pequeñas con las que nos podemos dar a los otros.