Durante el día no tuve tiempo de escuchar a los demás, no tuve tiempo de detenerme con quien me necesitaba... Demasiadas cosas que hacer, esta era mi queja constante. Y así, sin darme cuenta tuve tiempo de morir y cuando ante el Señor me presenté en sus manos un libro tenía, el libro de la Vida. Miró con tristeza en él y me dijo: "Tu nombre no puedo encontrar, alguna vez lo iba a escribir pero nunca tuve tiempo".
Y es que se nos olvida que no existe un día que se llama mañana. Se nos olvida que el amor es algo tan valioso que tenemos que dar para poder poseer y sobretodo, se nos olvida que la única certeza que tenemos en esta vida es que estamos de paso y el tiempo que Dios nos regale lo debemos aprovechar para ganarnos la eternidad.
El desperdicio de nuestra vida estará en el amor que no hayamos dado. Por eso, cada día aunque estamos cansados, ¡Hay que vivirlo al máximo! Cada problema o decepción que nos haga ver todo fatal, hay que ponerlo en manos de Aquel que más nos ama y darle para adelante. Y que cada persona con la que nos llevemos, hay que aprender algo y regalarle lo mejor de nosotros mismos.
El tiempo no regresa, solo avanza. Por eso vive tu vida con decisión y valor... sostente de tus principios. No de la moda, porque la verdad y los valores raramente se ponen de moda.
Y si caes, no importa. Cada tropiezo te hará madurar para levantarte más alto, de esta forma enseñarás a los demás lo importante que es vivir. Tu y yo, cada quien sabemos donde tenemos que echarle ganas para hacer de nuestra vida la mejor de las inversiones. Y así, el día que tengamos ganas para hacer de nuestras vidas la mejor de nuestras inversiones, el día que tengamos tiempo de morir porque así Dios lo quiera, podamos llegar con Él con las manos vacías... vacías por haber entregado todo el amor que había en nuestras manos.
"El que no vive para servir, no sirve para vivir." - Madre Teresa de Calcuta
¡Ánimo, Dios te bendice!
Bernardo Daniel Treviño Caballero
Coordinador de Creando Conciencia