28 de Mayo del 2013
Hch 14,20b-26 / Sal 144 / Ap 21,1-5a / Jn 13, 31-35.
- Jesús siente ternura por cada redimido…
Hermanos en la fe; muy amados todos por Jesucristo. Al leer que S. Pablo y Bernabé visitaron 7 regiones distintas en varios años; (2,500 Km.) exhortándolos a todos, se nos impele a ir también nosotros a otras tantas familias, o comunidades o personas a comunicar las mismas verdades; porque como ellos también nosotros queremos el bien para todos. Los animaban y exhortaban a perseverar en la fe, diciéndoles que “hay que pasar por muchas tribulaciones para entrar al Reino de Dios”. Sólo la perseverancia en la fe dará fuerzas para las pruebas que ciertamente vendrán y luego podemos recibir los premios prometidos.
Que el Señor diga en el Apocalipsis que TODO SERA NUEVO es porque El es la eterna novedad; es luz sin ocaso, día sin fin, paz inalterable, dicha de los bienaventurados. “El mar desaparecerá”, es una expresión que según la concepción judía de entonces, mar era sinónimo de tormentas, oscuridad, peligros e inseguridad.
La muerte empieza aquí cuando suprimimos la vida, la vida empieza aquí cuando escapamos de la muerte verdadera que es la del alma.
Unos versos antes de lo que nos dice hoy el Evangelio se escribieron unas palabras que bien meditadas dan escalofrío: -“Jesús dio un trozo de pan mojado en la salsa a Judas, y tras el bocado entró en él Satanás”.- y al salir Judas del Cenáculo comentó el Señor: -“Ahora el Hijo del hombre ha sido glorificado, y Dios ha sido glorificado en El”.- Con la salida de Judas; dice un autor moderno, se da por consumada la muerte y la gloria de Jesús. La pasión de Cristo es para gloria del Hijo y del Padre.
Después usa el Señor un diminutivo lleno de cariño que es la única vez que aparece: “hijitos”. S. Juan lo aprendió tan bien que, cuando muchos años después, escribe su 1ª Carta esa palabra que revela ternura la repite 6 veces. N. S. no era sentimental, pero la noche del jueves santo se explaya su corazón con afecto de un padre o una madre con sus hijos pequeños o huérfanos. “Como me voy a ir estaré un poco con ustedes, por lo que les doy un mandamiento nuevo; que se amen unos a otros COMO YO LOS HE AMADO. Preguntamos que dónde está la novedad y la respuesta simple es en hacerlo hasta dar la vida por los prójimos.
Dar la vida es también entregar la doctrina y el mensaje del Evangelio; es la gran novedad de que tenemos un Padre que nos ama sin medida.
Dar la vida es dar los bienes materiales, el tiempo y las fuerzas; dar la vida es disponerse a morir por la familia, el pueblo, la humanidad; dar la vida es disponerse a dar un constante testimonio de discípulos de N. Señor. Sin el influjo del amor estaríamos en la perspectiva de una humanidad moribunda, porque sin desgastarnos unos por otros, ni hay paz y felicidad hoy, ni la puede haber después.
Si reflejamos el amor en obras concretas los demás reconocerán a Jesús en nosotros.
Aprovechemos las nuevas oportunidades que trae cada día consigo: - acercar a alguien a la Confesión y Comunión, participar en obras apostólicas y misioneras, conseguir medicinas, médicos, terapias para los enfermos, conseguir alimentos, ropa, -más todavía trabajo-, apoyos morales y materiales para personas pobres es ser discípulos del Señor. Colaborar con grandes y pequeñas obras sociales que promuevan la alfabetización, la enseñanza mínima en un mundo en que para todo se necesita la cultura media; o ir al encuentro de necesidades ajenas sin esperar a que vengan a tocar la puerta; compadecerse y ayudar al caído por asalto a la orilla del camino; curarlo y pagar por él como lo hizo el samaritano, es ser discípulo de Jesús; confiar en los demás aunque a veces por eso tengamos que ser engañados y sufrir; aceptar que pueden robarnos con violencia, en un mundo violento como el nuestro, y bendecir y rezar por los agresores, es ser discípulos de Jesús. Ser seguidores de quien todo lo dio es no dejar la caridad para el día del juicio, sino ahora porque no aprovechar las oportunidades de cada día es perder tiempo y gracia. Se gana en los negocios de Dios cuando se comparte lo mucho que todos recibimos cada día de su bondad infinita.
Mons. Juan José Hinojosa Vela