26 de mayo del 2013
Prov 8,22-31 / Sal 8 / Rom 5, 1-5 / Jn 16, 12-15
¿Cómo empezó la vida pública de Nuestro bendito Salvador, hermanos, sino con una manifestación pública de la Santísima Trinidad? Ahí el Hijo del hombre, como le gustaba tantas veces llamarse; ahí la presencia del Espíritu Santo en forma de una paloma que se paró sobre El; y la voz del Padre eterno que lo señalaba como su “Hijo Amado”. ¿Y, cómo concluyó su vida en la tierra, ya resucitado pero antes de ascender al cielo, sino enviando a todos sus discípulos a enseñar, y a bautizar a todos en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo?
Creemos y sabemos que Dios no es una soledad sino una comunidad; no un ser aislado y clausurado en si mismo, sino una familia, y que es Vida y Amor. La esencia misma de Dios al ser vida y amor, produce en los creyentes una nostalgia porque deseamos vivir y amar; y el modelo que nos propone es su Ser y su Amor. Al saber que Dios es Vida, Amor y Familia, nos sentimos impulsados a decir con S. Pedro en el Tabor: -“Bueno es quedarnos aquí”.-
Una verdad predicada perennemente por la Iglesia es la Inhabitación de la Santísima Trinidad en el alma en gracia. Veamos tres cuestiones fundamentales: EXISTENCIA, NATURALEZA Y FINALIDAD de esa realidad.-
1º Existencia: en S. Jn. 14, 23 nos dice El Señor: -“si alguno me ama guardará mi Palabra y mi Padre lo amará y vendremos a él y en él haremos nuestra morada” o en I. Cor. 3, 16-17 “¿no saben que son Templo de Dios y que el Espíritu Santo habita en ustedes?” O en II Cor. 6,16 “Ustedes son Templo de Dios vivo”.
2º Naturaleza: es una unión de amistad producida por la gracia en la cual, Dios, Uno y Trino, se da al alma, y está personal y sustancialmente unido a ella, haciéndola partícipe de su vida divina. (El hierro metido en la lumbre sigue siendo hierro, pero antes era negro y frío y ahora tiene otro color y otra temperatura. El hombre, aun en gracia sigue siendo hombre, pero con la inhabitación de Dios en su alma, se deifica completamente. Podría exclamar con S. Pablo: -“Vivo yo, mas no sólo yo, es Cristo quien vive en mi”- (Gal. 2,20).-
3º Finalidad:- ¿Qué pretende Dios, hermanos, con su presencia viva en nosotros? Trasmitirnos su vida y su amor; su fuego y bondad; su paz y alegría. Con El se cauterizan las heridas, se goza anticipadamente un sorbo de lo que se beberá después y se puede decir con propiedad que el cielo se inicia aquí.- (S. Jn. 17,3). Ahora, hermanos, preguntémonos y ¿quién es Dios?; es Padre, y es Hijo y es Espíritu Santo. Como suponemos un sol central que ahora no miramos pero suponemos porque dentro de la inmensidad del universo del que formamos parte, tiene que haber un sol del que procede todo y en torno al cual gira todo, así es el Padre, pero inabarcable en su infinitud. Con qué respeto, ternura y delicadeza, con qué confianza se refería a El Jesucristo, desde el principio al fin de su vida. Decía el Señor: -“Nadie conoce al Padre, sino el Hijo” S. Mt. 11, 27.- Y ese Padre se revela a los pequeños, porque son sensibles, puros, humildes, confiados, dependientes, sencillos… creen, esperan y aman. Dios es Hijo.- Con un nacimiento doble, celestial y terreno; ¿Cuándo? Engendrado antes del tiempo y el espacio; ¿Dónde? En Dios; ¿Cómo? En un nacimiento divino, misterioso, elevado, del seno del Padre; y ¿En qué calidad? Como existente desde siempre en el seno del Padre. Pero hay un nacimiento terreno: ¿Cuándo? En la plenitud de los tiempos ¿Dónde? En Belén ¿De quién? Ex María Virgine (Credo) ¿Cómo? En un parto divinamente misterioso y sobrenatural del seno de La Virgen. ¿En qué calidad? Como Hijo de Dios e hijo del hombre. De su plenitud todos recibimos todo. (S. Jn. 1 14,16)
Dios es también Espíritu Santo.- Es el amor infinito entre El Padre y El Hijo, El nos enseñará todo. (S. Jn. 14,26) Enseñarlo todo, recordemos, todo es sólo propio de Dios. Por El se obra la Encarnación del Verbo; por El se echan fuera los demonios, y por El se perdonan los pecados. El permanece siempre con la Iglesia, El es su alma.
-Si todos los días por cinco minutos dejamos toda imaginación, y pensamos en el Espíritu Santo que tenemos ahí y le hablamos: -“Alma de mi alma, te adoro, ilumíname, fortaléceme, dime lo que debo hacer; dame tus órdenes; enséñame solamente cuál es tu voluntad”-. (Card. Mercier).
Hermanos sólo el Espíritu Santo formó a Cristo en el seno de la Santísima, sólo por Él se forma en nosotros.
Gloria al Padre, y al Hijo y al Espíritu Santo, ahora y por lo siglos. Amén
Mons. Juan José Hinojosa Vela