14 de Julio del 2013
Dt 30,10-14 /S 68 / Col 1,15-20 / Lc 10,25-37.
En una humanidad herida como la nuestra; herida por la injusticia contra los débiles; medio muerta por leyes contra la vida, la ecología, la dignidad de las personas y las guerras absurdas e inútiles; en una humanidad así ¿quién no ha pasado junto a alguien que yace a la orilla del camino? Estamos tirados ante las miradas indiferentes de muchos; y Jesús el Buen Samaritano pasa junto a nosotros para curar las llagas que dejó la sin razón de quienes hieren, roban, matan y siguen su camino, como aquellos personajes de la parábola, sin inmutarse ante el dolor que dejan atrás de sí.
Había en aquel tiempo, como hoy, muchos buenos judíos; pero aquel doctor no miraba muy lejos; como también ahora hay muchos buenos Mahometanos, o Indúes o hermanos de otras denominaciones cristianas; y cuando cada uno de ellos ensancha su corazón a servir a todos, como si se universalizara; porque su intención abarca otras dimensiones de repercusión insospechada. Compadecerse del caído en manos de ladrones es fundamental. Hoy hay quienes les robaron a los niños con la pureza, la alegría; a los jóvenes con la vanidad y los vicios, la ilusión; y a los adultos con las ambiciones y el egoísmo, les roban la paz del alma. Quedaron “medio muertos”, como el caído en manos de ladrones.
Todos sabemos que el bien supremo es la fe; pero, dice un autor español: -“Habrá ocasiones en que, antes de predicar la fe, haya que acercarse al herido a curar sus sufrimientos; pero sin excluir nunca de nuestra preocupación de cristianos la comunicación de la fe… (Cardenal Marcelo Gonzz.)
Los correligionarios del que cayó en manos de salteadores, se supone que eran de la misma creencia; fueron un Sacerdote y un Levita del Templo de Jerusalem. Los dos lo vieron, pero continuaron su camino sin preocuparse del herido que, sin decir nada, su situación demandaba un auxilio que no se le prestó.
En el acto de contrición con el que iniciamos la Misa ordinariamente decimos que nos pesa haber pecado de pensamiento, palabra, obra y omisión; PALABRAS Y OBRAS las ven todos; los PENSAMIENTOS Y OMISIONES nomás los mira Dios. Pensar mal es tiempo perdido pero también se mengua la caridad del alma; omitir una obra buena cuando podemos hacerla es perdernos una ganancia que con nada del mundo se puede comprar.
Aquellos personajes que transitaron el mismo camino no despreciaron, ni insultaron, no maltrataron ni le quitaron nada al caído en manos de ladrones, pero no lo ayudaron pudiendo hacerlo. –“Si mi prójimo padece de una herida, y pudiendo no lo ayudo; si tiene hambre y teniendo pan en mi mesa no se lo doy, es cierto que no fui hasta él para matarlo, pero si murió de dolor o de hambre por mi omisión, yo soy un asesino”. S. Jn. Crisóstomo.
Con la parábola nos invita Jesucristo N. S. con unos cuantos trazos, no a ver y continuar adelante como lo hicieron quienes pasaron junto al caído: -“seguramente iban al templo a dar culto a Dios” y es algo muy bueno; pero El mismo quiere que el máximo reconocimiento a su obra sea, además de la manifestación de nuestro amor y reverencia preceptuados por El mismo en el Decálogo: -Santificando las fiestas-está el de servirlo a Él en el pobre o el enfermo; por eso en repetidas ocasiones dirá en su Ev., a propósito de las obras de misericordia: “lo que han hecho en mis hermanos lo hicieron conmigo”.-
La actitud callada, generosa, espontánea y pronta del samaritano es una lección para el hombre de hoy como lo ha sido para el hombre de cada época; llegar al herido; verlo y moverse a compasión; acercarse a vendar la herida; ungir para aminorar el dolor. Luego cargarlo, llevarlo a lugar seguro, cuidar de él, velar por su recuperación y pagar lo necesario, eso es verdadera caridad. ¡Cuánta riqueza de alma de alguien así; como si fuera irreal lo que N. S. considera como posible y además laudable!
El samaritano dio su tiempo, su esfuerzo y su dinero; puso el corazón en lo que hacía. Nunca pasemos de largo ante los que sufren, y al atender a un hermano hagámoslo con una caridad eficaz, alegre y discreta; que sólo lo vea Aquel que lo premiará; y hagámoslo con el mismo interés que quisiéramos percibir si nosotros fuéramos los que caímos en manos de ladrones.
Jesús, Buen Samaritano; que reaccionemos como quieres Tú. Amén.
Mons. Juan José Hinojosa Vela