Algún tiempo atrás, estuve involucrada en un accidente que resultó casi mortal. Con nueve huesos rotos y otras lesiones, necesitaba de cuidado continuo y mi futura recuperación incluía una posible estadía en un centro de rehabilitación.
Entonces fue cuando comenzó su camino. Se continuó usando cada día. Durante los próximos dos meses y medio, mamá pasó por ese sendero bajo el sol, la lluvia, la nieve y lloviznas frías durante la mañana y las horas de la tarde, incluso en ocasiones en medio de la noche.
Yo lo llamo el camino de amor. Las cosas que hizo por mí en ese tiempo son tantas como las estrellas del cielo. Me cuidó como solo una madre puede hacerlo. Nunca olvidaré el amor, la ternura y la gentileza que me demostró. Dieciocho meses después, el camino permanece, una señal visible del amor de una madre.