El violinista dio en efecto, un magnífico concierto: pero apenas apagado el último acorde, el público vio con asombro que el músico arrojaba el violín al suelo y lo pisoteaba hasta convertirlo en astillas.
Inmediatamente el empresario apareció en medio de grandes murmullos y explicó que el violín destrozado era un violín barato que costaba sesenta y cinco centavos y que a continuación el gran músico tocaría con el violín de mil dólares. Cuando lo hizo, muchos de los presentes dijeron que apenas habían notado diferencia.
Tú puedes ser un violín de 65 centavos, pero si te pones en la sabia mano de tu Creador y Señor, enteramente sometido a su voluntad y atento a ella, tu vida puede producir acordes de gracia que hagan decir a las gentes lo que dijeron de los apóstoles “se conoce que han estado con Jesús”.