Oh Trinidad eterna! Tú eres un mar sin fondo en el que, cuanto más me hundo, más te encuentro; y cuanto más te encuentro, más te busco todavía. De ti jamás se puede decir: ¡basta! El alma que se sacia en tus profundidades, te desea sin cesar, porque siempre está hambrienta de ti, Trinidad eterna; siempre está deseosa de ver tu luz en tu luz. Como el ciervo suspira por el agua viva de las fuentes, así mi alma ansía salir de la prisión tenebrosa del cuerpo, para verte de verdad...
0 Comments
¡Oh Señor!, yo creo y profeso que Tú eres el Cristo Verdadero, el Hijo de Dios vivo que vino a este mundo para salvar a los pecadores, de los cuales yo soy el primero. Acéptame como participante de tu Cena Mística, ¡oh Hijo de Dios!
No revelaré tu Misterio a tus enemigos, ni te daré un beso como lo hizo Judas, sino que como el buen ladrón te reconozco. Señor mío Jesucristo, me acerco a tu altar lleno de temor por mis pecados, pero también lleno de confianza porque estoy seguro de tu misericordia.
Tengo conciencia de que mis pecados son muchos y de que no he sabido dominar mi corazón y mi lengua. Por eso, Señor de bondad y de poder, con mis miserias y temores me acerco a Ti, fuente de misericordia y de perdón; vengo a refugiarme en Ti, que has dado la vida por salvarme, antes de que llegues como juez a pedirme cuentas. Oh Madre de piedad y de misericordia, Santísima Virgen María. Yo, miserable e indigno pecador, en ti confío con todo mi corazón y afecto; y acudo a tu piedad, para que, así como estuviste junto a tu dulcísimo Hijo clavado en la cruz, también estés junto a mi, miserable pecador, y junto a todos los fieles que aquí y en toda la Santa Iglesia vamos a participar de aquel divino sacrificio, para que, ayudados con tu gracia, ofrezcamos una hostia digna y aceptable en la presencia de la suma y única Trinidad. Amén.
Espíritu Santo: perfeccciona la obra que Jesús comenzó en mí. Mortifica en mí la presunción natural. Quiero ser sencillo, lleno de amor a Dios y constantemente generoso.
Que ninguna fuerza humana me impida hacer honor a mi vocación cristiana. Que ningún interés, por descuido mío, vaya contra la justicia. Que ningún egoísmo reduzca en mí los espacios infinitos del amor. Que la efusión de tu Espíritu de amor venga sobre mí, sobre la Iglesia y sobre el mundo entero. Espíritu Santo, eres el alma de mi alma, te adoro humildemente.
Ilumíname, fortifícame, guíame, consuélame. Y en cuanto corresponde al plan eterno Padre Dios revélame tus deseos. Dame a conocer lo que el Amor eterno desea en mí. Dame a conocer lo que debo realizar. Dame a conocer lo que debo sufrir. Dame a conocer lo que con silenciosa modestia y en oración, debo aceptar, cargar y soportar.
Recibe, ¡oh Espíritu Santo!, la consagración perfecta y absoluta de todo mi ser, que te hago en este día para que te dignes ser en adelante, en cada uno de los instantes de mi vida, en cada una de mis acciones: mi Director, mi Luz, mi Guía, mi Fuerza y todo el Amor de mi corazón.
Jesús, cuando eras peregrino en nuestra tierra, Tú nos dijiste: Aprended de mí, que soy manso y humilde de corazón, y vuestra alma encontrará descanso. Mi alma encuentra en Ti su descanso al ver cómo te rebajas hasta lavar los pies a tus apóstoles. Entonces me acuerdo de aquellas palabras que pronunciaste para enseñarme a practicar la humildad: Os he dada ejemplo para que lo que he hecho con vosotros, vosotros también lo hagáis. El discípulo no es más que su maestro... Puesto que sabéis esto, dichosos vosotros si lo ponéis en práctica. Yo comprendo, Señor, estas palabras salidas de tu corazón manso y humilde, y quiero practicarlas con la ayuda de tu gracia.
|
Archivos
October 2013
Categorías
All
|