21 de Julio del 2013
Gn 18, 1-10 / Sal 14 / Col 1,24-28 / Lc 10, 38-42
“Abraham vio a tres personas y adoró a uno sólo.” S. Ag.
Aquí en la primera lectura vemos la manifestación más antigua de la Sma. Trinidad en la Escritura. Aún hoy en la Iglesia Oriental se representa a la Sma. Trinidad como tres jóvenes de igual figura y aspecto.
Fijémonos en los verbos que utiliza el autor sagrado: vio a tres que estaban junto a él; y al acercárseles les dice: -“Señor, si he hallado gracia a tus ojos, te ruego que no pases de largo sin detenerte”; y agrega: -“Haré que traigan un poco de agua para que SE LAVEN los pies, DESCANSEN; con el pan RECOBREN las fuerzas y después CONTINUARAN su camino”. Ellos le contestaron que hiciera lo que pensaba. Abraham LES SIRVIO A LOS FORASTEROS y LE PREGUNTARON… ¿dónde esta Sara? y concluye en singular el texto: -“VOLVERE sin falta dentro de un año”.
Ver a Dios, escuchar lo que dice; mirar lo que hace; seguir sus gestos, miradas, ademanes es propio de quienes aman. El Evangelio de hoy habla de aquella familia de amigos de Betania, Lázaro, Martha y María. El amor entre ellos y El Señor era recíproco además de que a N. S. no se le puede conocer y no amar. María escucha sentada a los pies de Jesús, su divino Maestro. Escuchar para María no era una atinada ocurrencia, ni una huida del quehacer, necesario por otra parte para ofrecerle a Él mismo y sus apóstoles que lo acompañaron, una comida; sino que Él la alaba. Alaba a María por escuchar y sin reprender a Martha sí le aclara que no se preocupe; para Él explicar el plan de Dios, como dice la 2ª lectura, es el designio oculto de Dios y ahora manifestado; Jesús hablando de su Padre es Mensajero y Mensaje; Autor y Actor; es Maestro de las dos hermanas y de sus discípulos que indudablemente se les quedó en la memoria la escena de la que fueron testigos. Jesús habla, María escucha, Martha sirve, ellos observan todo. El Maestro cuya vida es fecunda hasta en sus silencios, es presentado por S. Pablo como Alguien por quien ofrece sus sufrimientos con alegría y no que le faltara nada a la pasión del Señor. La pasión de Cristo es suficientísima pero cada hombre debe hacerla suya; N.S. ha hecho su obra sin menguar para nada el beber hasta el fin el cáliz del sufrimiento, pero los creyentes en El hemos de valorar, asimilar, agradecer y propagar su obra.
La parte central del trozo de la carta a los Colosenses que escuchamos es que Dios ha querido dar a conocer a los suyos la gloria y riqueza que ese designio encierra para los paganos; es decir que CRISTO VIVE EN USTEDES, y es la esperanza de la gloria. A Él predicamos porque todos sean cristianos perfectos.
Da la pauta el hecho de que María escucha para luego servir, y Martha sirve como resultado de haber escuchado.
Ver a Dios y escuchar es propio de contemplativos; Abraham ve y escucha; María también, sentada a los pies del Señor hace lo mismo en ese ambiente familiar al que N. S. se acomoda porque ahí se sentía en casa.
Abraham manifiesta prontitud, respeto y alegría cuando sirve la mesa. María no pierde la oportunidad de permanecer ante Jesús, escuchar como quien recoge las migajas y se las come porque no puede ni quiere perderse nada. Martha se afana preparando una mesa que supone un amor puro, abnegado, siempre verdadero; pero María se olvida de quehaceres y detalles para sólo escuchar. Abraham no comió ante los ángeles que lo visitaron, María tampoco ante Jesús que le habla.
S. Agustín dice que hoy es para cada uno de nosotros el tiempo del trabajo como Martha, que se afana en tareas de orden humano y es una obra indispensable; María, en cambio, es figura de las realidades que nos esperan, la contemplación de Dios en su gloria. María elige lo esencial, pero Martha es modelo de laboriosidad que El Señor no reprueba pero si recalca que se evite la preocupación y la angustia.
Veamos no únicamente la atención de Abraham y María, ni sólo el ir y venir de Martha, sino la síntesis de los tres: servir al Señor cumpliendo su designio, antes oculto y ahora manifiesto, pero sin descuidar lo esencial en el creyente: escuchar al Señor, mirar desde el corazón para que de tanto verlo, conocerlo, tratarlo, Él mismo sea vida de nuestra vida como nos dice hoy el Apóstol.
Alabado sea Jesucristo
Mons. Juan José Hinojosa Vela