Cierto día faltó una pala. El oficial a cargo se encolerizó y ordenó que la consiguieran, porque si no los mataría a todos. Y empuñó su arma. Se notaba que hablaba en serio.
El relato de lo ocurrido se diseminó con rapidez por todo el campo de prisioneros. Un hombre inocente había estado dispuesto a morir para que los demás se salvaran. El incidente produjo un gran efecto: la enorme lealtad unió a los prisioneros. Y en parte fue esa lealtad la que los fortaleció para poder sobrevivir hasta su posterior liberación.
El sacrificio personal es inspirador para los demás; es algo que da esperanzas y ánimo a las almas abatidas, produce crecimiento y madurez. Sin un dejo de sacrificio no existe el verdadero liderazgo.