Que cuando, día a día, te traigan al pan convertido en tu cuerpo, ello no se les vuelva rutina, sino diario milagro.
Que su trato con las almas sea siempre para dejar en ellas el amor y el valor que Tú nos entregas.
Que cuando jóvenes, tengan la fortaleza de tus últimos tres años y cuando viejos, sigan sintiendo que «Dios alegra su juventud».
Que cuando el desánimo y la debilidad los agobien en el camino de su calvario, estés Tú, como Cirineo, para llevarles la cruz y volvérselas gozo.
¡Y que nunca falte quien de la vida por ellos, así como Tú la diste por nosotros!