Entrevistaba a Severo Ochoa, el Premio Nobel español ya fallecido, la periodista Pilar Urbano ("El Mundo", 4-IX-1993), y el sabio hizo al final una interesante confesión. Porque la periodista se decidió a preguntar sobre cuestiones últimas: ¿qué es la vida?, ¿cuál es su origen?, ¿qué es la muerte?, ¿qué hay después?, ¿sabe usted dónde está el amor de su esposa?, ¿me podría explicar sobre una pizarra por qué, al atardecer, se pone usted tan triste? Y Severo Ochoa escuchaba, pensaba, no respondía, o sólo decía: no lo sé. Refiere la entrevistadora: "Al fin, se puso en pie, altísimo como era. Dio una vuelta por la sala. Volvió. Me miró desde arriba, en contrapicado. Y soltó una tremenda confesión: No tengo ni una sola respuesta para nada de lo que de verdad me interesa. Puedes escribir bien grande que te he dicho que soy un extraño sabio... un sabio que no sabe nada".
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El célebre Dr. Nathanson, médico americano que ha pasado de ser uno de los más destacados abortistas de su país a convertirse en un gran defensor de la vida, se adhiere a la fe católica y recibe el bautismo. El proceso de su conversión lo relata en un libro autobiográfico titulado La mano de Dios. Procede de una familia judía sin fe religiosa. ¿Qué idea tenía de Dios? "Mi imagen de Dios era -concluyo al reflexionar sobre ella al cabo de seis decenios- la figura amenazadora, majestuosa y barbuda del Moisés de Miguel Ángel. Sentado en lo que parecía ser su trono, considerando mi destino y a punto de lanzar su juicio inexorablemente condenatorio. Así era mi Dios judío: terriblemente despótico e implacable".
El día 6 de agosto de 1978 fallecía el Papa Pablo VI. Había asistido en su habitación de Castelgandolfo, desde la cama, a la Santa Misa oficiada por su secretario Mons. Pasquale Macchi. Se sintió muy mal, recibió consciente y sereno la Unción de los enfermos. Los que acompañaban al Pontífice rezaban sin cesar y él contestaba a las plegarias. Cuando su voz empezó a no ser clara, el Cardenal Secretario de Estado pidió a Mons. Macchi que escuchara al Papa por si éste tenía algo especial que decir. Arrimó dos veces su oído a su boca y siempre escuchó lo mismo: Pater noster qui es in coelis. No quiso Pablo VI en ese instante pronunciar frases transcendentales. Todo su espíritu era diálogo con Dios, ya nada más le interesaba. Sólo decía: "Padre, Padre nuestro que estás en los cielos"... La oración de un hijo, la oración de un cristiano.
Dead man walking, en castellano, "Pena de muerte", es una excelente película que plantea la lucha de un hombre por evitar la muerte a la que ha sido condenado y su aceptación final. Mathew Poncelet -encarnado por el actor Sean Penn, premio Oso de Plata en el festival de Berlín de 1996- ha sido condenado a la pena capital por doble asesinato y violación. Poco antes de que se cumpla la sentencia, acude a una religiosa, la hermana Helen -Susan Sarandon, Óscar a la mejor actriz en 1996- para que le ayude a conseguir una conmutación de la pena capital por cadena perpetua. La religiosa batalla cuanto puede por salvarle de la inyección letal, pero no logra impedir la ejecución; en cambio, sé obtiene de Mathew el arrepentimiento y el acercamiento a Dios. Uno de los momentos más impresionantes de la película es cuando la monja le recuerda que es hijo de Dios. Se ve cómo el rostro de Mathew se ilumina. Comenta con emoción:
Una ciudad perdida, a unos 2.300 metros de altitud, desconocida para los conquistadores españoles, ésa es Machu Pichu, ciudad sagrada de los incas. La descubre el 24 de julio de 1911 el doctor Hiram Bingham, que va al frente de un grupo de especialistas en topografía y biología.
Sorprenden los grandes bloques de piedra, unidos unos con otros... No son lisos, sino con superficies curvas, helicoidales, que se juntan con otros exactamente iguales. Los incas emplearon la misma técnica antisísmica que los modernos arquitectos. Y ahí está, con el pasar de los siglos, en aquel territorio tan propicio para el terremoto, la ciudad incaica. Ramón García de Haro, profesor de Teología Moral en Roma, refiere en Amor y sexualidad que un día durante una cena con Juan Pablo II, en la que participaban otras personas -celebraban el primer acto académico del Instituto de Estudios sobre el matrimonio y la familia-, oyó, en un momento de silencio, que el Papa decía en voz baja, hablando consigo mismo o quizá hablando con Dios: "La tragedia del hombre actual es que se ha olvidado de quién es".
Uno de los grandes de la música ligera italiana -Domenico Modugno-, ganador de más de un festival de San Remo, autor de temas inolvidables como "Volare", "Piove", "Tu sí na cosa grande pe me"..., relata en una de sus más famosas canciones la siguiente historia. Un muchacho va recorriendo la orilla del río Tíber -il Tevere- en Roma. Es de noche. Va por el popular barrio del Trastevere, herido de amores, con el corazón en carne viva. De repente, ve sobre la superficie del agua un disco de plata brillantísima, y, cegado por su fulgor y perfecta redondez, acaba por lanzarse sin pensárselo dos veces al río. En el instante mismo de alcanzar el objeto que le ha subyugado el ánimo, el disco se rompe en mil pedazos: se trata tan sólo del reflejo de la luna en el Tíber. Allora, allora ho capito tante cose... ("Entonces, entonces he comprendido tantas cosas"...)
Así reza el subtítulo de un folleto de la colección juvenil "Mundo Cristiano"; en concreto, el número 147. El título habla de su protagonista: La vida de Luis Ángel.
Luis Angel es un niño formidable. Nace en 1980 y al poco tiempo se enterarán sus padres de que tendrá que vivir toda su vida en una silla de ruedas, porque es hipotónico, es decir, carece de fuerza muscular (en un primer momento los médicos creen que morirá rapidísimamente, y, contra pronóstico, alcanza la edad de quince años, que es cuando fallece en su Palencia natal). La lectura de lo que fue la existencia de Luis Ángel, con todo el conjunto de penalidades que son fáciles de imaginar, y el ejemplo de sus padres y familiares, produce admiración y conmueve. Semejante audacia, fundamentada en la fe, que la que se ha relatado en la anterior anécdota, se puede referir de la vida del Beato Josemaría Escrivá.
En 1946 había llegado a la Ciudad Eterna y en el Vaticano le aconsejaban vivir en Roma de modo permanente y edificar lo que debería ser la Sede Central del Opus Dei. Le animaban el futuro Cardenal Secretario de Estado en tiempos de Juan XXIIII, DomenicoTardini, y Mons. Montini, por aquel entonces en funciones de Sustituto de la Secretaría de Estado, luego Pablo VI. Estaba San Juan Bosco ilusionado con la idea de levantar un gran santuario en honor de María bajo el título de Auxiliadora de los cristianos. Tuvo una noche un sueño y en él la Virgen Santísima le animaba a seguir su labor con los muchachos, le invitaba a poner en Ella su confianza a pesar de las dificultades y, finalmente, le señalaba dónde quería que se hiciera el gran santuario (en la ciudad de Turón).
El problema era que no había una moneda en caja, cosa nada rara. Don Bosco se lanzó con audacia a pedir dinero a todo el mundo, empezando por las autoridades. Hizo llegar a miles de personas circulares solicitando apoyo económico. No faltó quien le criticó diciendo que estaba loco, o quien pensó que iba a fracasar estrepitosamente; por ejemplo, un sacerdote compañero suyo hizo esta afirmación: |
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