-Monseñor, si el Papa no cede en este negocio que tanto me interesa, creo que va a tener que pensar en un nueva Iglesia.
El otro tenía a sus espaldas varios siglos de diplomacia vaticana, así que no se descompuso, y con la misma suavidad e ironía, respondió:
-Señor, puede ser una empresa ardua destruir la Iglesia. Incluso para nosotros, los Obispos, sería difícil conseguirlo...