Después, bajando, tres cuadros inclinados como rombos, uno debajo de otro. En el primero, un hombre ha sido derribado por unos ladrones que le dan estacazos: "Bajaba un hombre de Jerusalén (ciudad de paz) a Jericó (pueblo de placeres, de corrupción)". Los ladrones le atacan, le roban el oro que lleva (la gracia), su plata (los dones preternaturales) y le dejan herido.
En el segundo cuadro, el pobre hombre está extendido, inánime: el sacerdote y el levita que pasan de largo, son la ley mosaica, incapaz de curarlo.
En el tercero, el buen samaritano, Jesús: Ha cargado al hombre sobre su caballo para llevarlo a la hospedería. Volverá al fin del mundo para retribuir al hospedero.