-Y le confesaré algo más, casi siempre, para quien realmente toco es para Dios.
Dice "casi siempre" porque alguna vez puede distraerse. La entrevistadora hace una pregunta curiosa:
-¡Le encanta! Más que mi música, lo que le gusta es que yo le dedique mi atención, mi sensibilidad, mi esfuerzo, mi arte... mi trabajo. Y, además, ciertamente, tocar un instrumento lo mejor que uno sabe, y consciente de la presencia de Dios, es una forma maravillosa de rezar, de orar. Lo tengo bien experimentado.