Escribe Tatiana Goritchéva en Nosotros, soviéticos conversos, -capítulo "Carta a una amiga en Occidente. Conversión"-, los pasos de su vida hasta llegar al cristianismo. Su formación marxista y atea, normal en la Unión Soviética, y el nihilismo en el que se encontraba, al mismo tiempo que una aguda insatisfacción, la iban trabajando cada vez más por dentro; también la influían sus lecturas de los filósofos occidentales: Nietzsche, Sartre, Camus y Heidegger, que, al menos, suponían un contacto con un pensamiento de libertad; después estaba su interés por el yoga, en época de miedos, torturas interiores y desesperanzas... Un día se encontró que uno de los manuales de yoga proponía hacer un ejercicio con el Padrenuestro. Se puso a leer esta oración de una manera meramente automática, como lo exigían los ejercicios de yoga, pero después de leerla varias veces, de repente, se sintió transformada: "Todo mi ser -escribe- comprendió que él existía, él, el Ser vivo, personal que me ama y que ama a toda la creación, el único que ha creado este mundo y que se ha hecho hombre por amor, el Dios crucificado y resucitado". En ese instante creía, veía claro el cristianismo y se encontraba salvada.
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