-Hijo, mañana domingo tengo que ir a Misa.
El hijo sacerdote, con cariño, hizo todo lo posible por disuadirla de esa idea:
-Madre, estamos en pleno invierno, hace un frío tremendo, los caminos están helados, puedes caerte, tu salud no anda nada bien; no estás en absoluto obligada por el precepto dominical...
-Hijo mío, tú eres sacerdote y parece que no soy yo quién para darte lecciones sobre esta materia, pero si supieras de verdad qué es la Misa, no me dirías nada.