No es fácil describir el itinerario que lleva a una persona a la fe. La gracia se sirve de circunstancias y sucesos, a veces aparentemente insignificantes, para conducir suavemente hacia la verdad y la entrega a un determinado ser humano. Pero es seguro que un hecho fue decisivo en la conversión de Edith. Corría el año 1921 y fue a pasar unos días de vacaciones de verano a casa de una familia amiga -los Martius, protestantes-, en Bergzabern. Allí, en un momento de aburrimiento, husmeando en la biblioteca, encontró el libro de la Vida de Santa Teresa (la autobiografía de la Santa, que no estaba allá por casualidad, sino que se trataba de un regalo que a Edith habían hecho tiempo antes unas amigas católicas: Pauline y Ana Reinach; ella había dejado el libro en aquella casa sin prestarle atención). Comenzó a leerlo y ya no pudo parar hasta el final. Cuando lo hubo cerrado, exclamó: "¡esta es la verdad!"
Cfr. E. Gil de Muro, Así era Edith Stein