Ella llama a la enfermedad "don de Dios", "delicia" y "tesoro". Cuando el sacerdote visitante le dice que debe ser duro ejercitarse tanto en la paciencia, responde:
-Es dulce, es suave, lo da el Amado.
No le pide nunca a Dios que le quite los dolores. Su norma es "al gusto de Dios, no al propio".
Se siente misionera desde su cama. Le preguntan si se le ocurre algún símil para expresar lo que quiere ser su vida, y contesta, aunque le cuesta un poco hablar de sí misma, poéticamente:
-Soy un riachuelo oculto por el matorral, ue puede fecundar la tierra.
Cfr. B. Novella, El enfermo, peregrino de la esperanza