Y el otro contestó con sorna:
-No, mira, mejor te traes las plantas y las riegas aquí mismo.
No hace falta decir que la virtud cristiana de la pobreza tiene más que ver con el desprendimiento de los bienes de este mundo que con el hecho, mondo y lirondo, de tener o no tener. Pues a propósito de desprendidos, se cuenta que una vez uno envió a su criado a casa de un amigo para ver si le podía prestar cierto libro por el que estaba muy interesado. El propietario contestó que no acostumbraba a prestar nada de su biblioteca y que, por lo tanto, prefería que se diera una vuelta por su casa y consultara in situ el deseado volumen. Mira por dónde que, pasado el tiempo, este último necesitaba una regadera para echar agua a las macetas de su jardín, y se pasó por casa del primero. -Oye, ¿me prestas un rato la regadera, que se me ha roto la que tenía? Y el otro contestó con sorna: -No, mira, mejor te traes las plantas y las riegas aquí mismo.
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