Un rico comerciante encargó a un pintor famoso que le pintara un cuadro de un tigre y que fuera un tigre verdaderamente real. Pasaba el tiempo y no había noticias del cuadro. Tan impaciente estaba ya el hombre que ya no pudo aguantar más y fue a visitar al artista. El pintor le rogó que tuviera la cortesía de esperar un poco, porque se lo iba a hacer en un momento. Y en efecto, trazó magistralmente la bella estampa de un tigre saltando sobre una presa con prodigiosa agilidad...
El artista solicitó una suma cuantiosa. El comerciante, por su parte, estaba perplejo y muy indignado.
-¿Tanto tiempo esperando y tanto dinero por un rato de trabajo?
Como única respuesta aquel pintor le pasó al gabinete y le mostró docenas de bocetos de tigres en todas las posturas, tamaños y colores imaginables. Con una sonrisa le explicó:
-Durante largos meses he trabajado día y noche en estos diseños para identificarme con la naturaleza del tigre y alcanzar así la destreza necesaria para pintarlo en cualquier actitud en pocos minutos. Ahora, pues, he de recibir el precio de mis largos ensayos.
Cfr. J. Ortiz, Mejora tu carácter