-¡Estoy agotado! La niña que cuidaba antes era muy buena, pero la que tengo ahora es tan inquieta que me tiene todo el día en vilo.
Al llegar a este punto, Alexia interrumpió a su madre:
Su madre se quedó desconcertada:
-Pues francamente, hija, no lo sé. Cuando vayas a confesarte, se lo preguntas a D. Manuel.
Llegó el día de la consulta. El sacerdote, algo desconcertado, preguntó hábilmente a la niña:
-Alexia, ¿a ti que te gustaría?, ¿qué fuera sólo tuyo?
Ella, tímidamente, pero con sinceridad, repuso:
-Yo preferiría que fuera mío sólo.
Y D. Manuel añadió:
-Pues seguro que eso es lo que ocurre, que tu Ángel Custodio es tuyo sólo.
Cfr. M.A. Monge, Alexia